18

16.7K 729 197
                                    

Cuando por fin llegó el viernes por la noche, descubrí decepcionada que no tenía plan. Vero había quedado con Kristen para ir al cine y, aunque me invitó a acompañarlas, no estaba por la labor. Bea y Jacob pensaban salir solos y Shawn tenía ensayo con el grupo. Podía haber tirado de agenda y quedar con gente a la que hacía tiempo no veía, pero no tenía tantas ganas de salir como para eso. Me había resignado a pasar la noche viendo una peli y cenando unas suculentas fajitas de pollo en soledad, ya que Eduardo y mi madre tenían una fiesta, cuando oí un mensaje en el celular. Llegué hasta él todo lo rápido que pude para descubrir con sorpresa que era de Austin:

 Nos han dejado más tirados que una colilla. ¿Te tomas algo?

  Si estás dispuesto a moverte a dos metros por hora...

  No me importa, guapa. Así, aunque te aburras, no podrás salir corriendo.

  :-) ¿A las 9 en mi casa?

 Hecho. Te llamo cuando llegue.

Las fajitas y la peli podían esperar a un mejor momento. Subí encantada a cambiarme. Me dejé los mismos vaqueros, ya que no eran mucho los que me entraban con la venda de la pierna, me puse otra camiseta y me pinté mínimamente. No tenía sentido arreglarse más si no íbamos a dar más que una vuelta. A las nueve menos diez sonó el timbre, pero ya llevaba más de quince minutos preparada, así que bajé enseguida.

–¿Dónde vamos? -preguntó después de darme dos besos en mis mejillas mirando con fastidio mi muleta-. No tengo coche...

–¿Has cenado? Podemos tomar algo en el puestito de las patatas.

Solo estaba a dos calles de mi casa y servían unas cosas riquísimas. Además, solía cerrar tarde, así que era perfecto.

–Genial.

Austin no paraba de hablar. Se había ganado el sobrenombre de "Charlitas" a conciencia, no había duda, pero era gracioso. Tal vez sobraran algunos cuantos chistes simulado acento andaluz, con uno o dos habría sido suficiente, aunque varias veces estuvo a punto de hacerme echar la Coca-Cola por la nariz de la risa contándome las rarezas de algunos estudiantes y profesores de su Facultad de Periodismo. Estaba recuperándome de uno de esos ataques cuando vi a Shawn entrar por la puerta. Le hice señas con la mano y se dirigió hacia nosotros entre la gente. Detrás iban Keana y Lauren.

–Esa es la chica del concierto, ¿verdad? -susurró Austin en mi oído cuando la vio acercarse-. ¡Preséntamela, por Dios! Está buenísima.

Tenía razón. Iba sin pintar, con unos vaqueros y una sencilla camisa de cuadros, pero casi estaba así más guapa. Además, parecía muy inteligente, era muy simpática y cantaba bien. Lo tenía todo. Lauren llevaba un jersey de lana gruesa gris. Juntas parecían sacadas de un catálogo.

–No les importa que nos sentemos con ustedes, ¿verdad? -dijo Shawn plantándose a mi lado sin esperar a que respondiéramos. Hice las presentaciones oportunas y nos apretamos en la mesa para hacerles sitio.

–Ufff, necesito algo calentito cuanto antes -comentó Keana llevándose la mano al cuello-. Hemos ensayado muchas horas y no tengo voz.

–¿Ensayan todas las semanas? -Austin se dirigió exclusivamente a Keana, que se había sentado a su lado.

–Sí. A veces incluso más, si tenemos alguna actuación. El problema es que yo no siempre puedo por el trabajo.

–¿En qué trabajas?

–Por las mañanas estoy con las prácticas de Magisterio y por las tardes doy clases de música en colegios.

A cada respuesta de Keana, Austin parecía derretirse y su interrogatorio se alargó hasta que el camarero les sirvió la cena: una ensalada sin aliñar para Shawn, una hamburguesa con una generosa ración de patatas para Keana y una crema de verduras para Lauren. Si hubiera tenido que adivinar en un concurso para quién era cada plato, jamás habría acertado.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora