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Tiré de la cremallera hasta que llegó al tope y la maleta quedó cerrada. Estaba segura de que algo se me olvidaba, pero ya estaba harta de repasar la lista y necesitaba quitar de en medio aquel enorme trato que llevaba varios días ocupando el suelo del dormitorio. tomé una pegatina y escribí en ella mi nombre, mi teléfono y mi dirección, esa dirección que ya no iba a ser mía, al menos durante unos meses.

Había tomado una decisión y no tenía ninguna duda de ella, pero no podía evitar sentir una sensación de vértigo y vacío en el estómago. Miré de nuevo a mi alrededor: ese escenario de mi vida en el que tanto tiempo había pasado los últimos meses. Cada objeto, cada rincón guardaban un recuerdo y habían sido testigos de alguno de los momentos más importantes de mi vida; pero necesitaba dejarlos atrás para poder descubrir su verdadera trascendencia y para saber si de verdad me habían cambiado. No quise meter en la maleta nada demasiado sentimental, porque lo que necesitaba era que se quedaran allí, en el pasado, y mirar hacia delante. Un viaje con un pequeño equipaje sin recuerdos era todo lo que precisaba para encontrarme a mí misma y saber realmente qué deseaba para el futuro. Respiré hondo. Coloqué la maleta tras la puerta. Aún me quedaban unos días antes de viajar a Londres y quería disfrutarlos al máximo sin tener presente que me iba a marchar.

Decidí terminar de recoger el escritorio mientras esperaba que Lauren viniera a buscarme. Parecía mentira que hubiera podido acumular tantos apuntes en un año. Guardé algunos en carpetas y otros los tiré directamente porque sabía que no los iba a volver a mirar jamás.

De pronto me di cuenta de que eran las nueve de la noche y pasaba más de media hora de la que habíamos acordado. Qué raro. Quizás no lo sabía todo de ella, pero sí que nunca fallaba a una cita y su puntualidad era británica, aunque no habría apostado por ello al principio de conocernos.

Comprobé el celular por si me había enviado algún mensaje y no lo había oído, pero nada. Decidí esperar un poco más antes de llamarla. Sabía que tenía que ir a casa de Rubén a recoger las llaves y quizá había pillado atasco. Pasó otro cuarto de hora y decidí probar, aunque no contestó, algo normal, por otra parte: habría olvidado el teléfono en cualquier sitio, lo tendría en silencio o estaría conduciendo. Lo que me extrañaba era el retraso y que no me avisase. Empezaba a preocuparme, pero no podía hacer otra cosa que esperar.

Intenté distraerme con un par de juegos del celular. Nada. Probé a llamarla desde el teléfono fijo, por si el celular tenía algún problema, pero tampoco hubo respuesta: solo pude escuchar el sonido de la llamada hasta que se agotó.

Seguro que había una explicación. Di varias vueltas por la habitación tratando de buscar algo que hacer con el teléfono en la mano. "Llama, llámame, llama" era mi mantra mental, que repetía invocando noticias suyas. Nada. ¿Qué podía hacer? ¡Ya estaba! Podía llamar a Rubén, pero no sabía el número... ¡Sí, lo tenía! En la invitación de boda. Debía de seguir pegada en el corcho del escritorio. Rebusqué entre fotos, tarjetas, recortes de periódicos, entradas de cines... ¡Al fin! Me lancé a marcar sin pensar siquiera.

-¡Hola, Mila! -me contestó al instante.

-Hola, Rubén. ¿Qué tal estás?

-Mejor, voy poco a poco. ¿Y tú? ¿Pasa algo?

-Eh, no, bueno, sí. ¿Está Lauren contigo?

-No, ¿por? Creí que que se iban hoy.

-Sí, habíamos quedado, pero llega un poco tarde -no quería preocuparlo- y pensé que quizá tú sabías algo...

-Pues no. La vi un segundo a eso de las siete, que vino a buscar las llaves del chalé. ¿La has llamado al celular?

-Sí, pero no contesta.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora