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Nos dirigíamos en el viejo coche a casa de Lucero. Me había llamado poco después de volver del instituto para que fuéramos a verla y pudiera hablar con Lauren.

Por más que intentaba pensar en otra cosa, una y otra vez me asaltaban las imágenes de Lauren con Keana; aunque mi mente, como si fuera Photoshop, la sustituía por la Miss en una escena grotesca. ¿Cuántos años se llevarían? Lauren tenía diecinueve y ella, tirando muy por lo bajo, como poco treinta y ocho. Es verdad que no eran las primeras. Ahí estaban Ashton Kutcher y Demi Moore. Pero, no sé por qué, estas tenían menos encanto.

–Voy fatal este año. Como no me ponga las pilas, no voy a poder presentarme a la Universidad en junio. ¿Qué tal vas tú con Matemáticas y Lengua? -sutil y perspicaz. Ni mi propia madre lo habría enfocado mejor.

–Mejor en Lengua que en Mate, la verdad -nada. Ni un gesto ni un cambio de entonación... Nada que la delatara.

–¿En Lengua? ¿En serio? A mí se me dan mucho mejor las matemáticas. Lengua no me gusta nada y la Miss es muy dura, y más con los de ciencias, que nos considera unos inútiles. ¡Qué pena que una mujer tan guapa sea tan borde! Porque es guapa, ¿verdad?

–No está mal -no mostraba demasiado entusiasmo. ¿Por qué a mi madre le funcionaba y a mí no? ¿Cuál era el secreto que se me escapaba?

–¡Pero si tiene un cuerpazo! Además, se conserva fenomenal para su edad.

–¿De qué va esto? -preguntó, enarcando la ceja con extrañeza-. ¿Quieres confesarme algo sobre tu orientación sexual?

Aquello se me estaba yendo de las manos.

–No, no, para nada -intenté mantener la calma-. A mí la Miss no me gusta. Vamos, ni la Miss ni... vaya. Solo digo que es guapa y que me sorprende que a ti no te lo parezca.

–No niego que sea guapa, pero le pasa lo que a todos: desnuda pierde mucho.

Me quedé tan desconcertada que hasta me dio un ataque de tos. Pero al mirarle y ver la sonrisa burlona que llenaba su cara, comprendí que me estaba tomando el pelo.

–¡¡¡¡Eres idiota!!!! -exclamé golpeándole en el brazo.

–¡Y tú una chismosa! -la muy imbécil no podía contener la risa-. Desde luego, la sutileza no es lo tuyo.

Me crucé de brazos fingiendo indignación, pero lo que de verdad sentía era una vergüenza extrema.

–Tú y tu amiga llevan con ese rollo desde principio de curso. Si quieren saber si me meto con la Miss, ¿por qué no me lo preguntan directamente?

–Está bien -le lancé una mirada furibunda-. ¿Te estás metiendo con la Miss?

Tras tomarse un momento para contestar, acercó sus labios a mi oído y susurró con su melodiosa voz:

–Empieza a preocuparme ese interés tuyo por mi vida sexual.

No sé si me puso más nerviosa el tonito de suficiencia con el que lo dijo o el que se me erizara la piel al sentir su aliento en la sien.

–¡Me da igual tu vida sexual! Es solo que hay cosas que están bien y cosas que no lo están.

–Y supongo que, según tú, estar con la Miss esta dentro de las cosas que están mal.

–Pues sí, no creo que sea muy, muy, muy... decente -¡horror! esa palabra la usaba continuamente mi madre y me chocaba.

–¡Ah, es por eso! -dijo burlona-. Y yo que pensé que te preocupaba si tenías alguna oportunidad...

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora