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El tiempo avanzaba muy despacio sin ella. Era como si mi vida hubiera pasado a transcurrir a cámara lenta. Los días parecían durar el doble y me sentía cansada y triste. Sin embargo, mi decisión era firme e inamovible. Sabía que algún día la habría superado, que podría pensar en ella sin que el estómago se me encogiera, y eso me daba fuerzas.

Para desviar mis pensamientos, me concentré en las clases, y mis notas comenzaron a mejorar, hasta el punto de que hubo un parcial de Chivo que solo aprobamos tres, y yo con mejor nota que Allyson. Era como si mi vida social se hubiera parado y, sin embargo, mi vida estudiantil fuera a toda marcha.

En el instituto intentaba evitar a Lauren. Creo que ella hacía lo mismo, porque no nos cruzamos ni una sola vez. Al menos, los recreos ya no eran tan horribles, porque Vero no tenía que debatirse entre sentarse con Bea o conmigo y podíamos estar todos juntos.

Como era de esperar, mi madre enseguida se dio cuenta de que algo no iba bien. Aunque estaba contenta por mis notas, le preocupaba que me encerrara tanto tiempo en la habitación y que apenas saliera y comiera. Siempre había querido adelgazar, pero al ver en el espejo las bolsas sobrantes de mis vaqueros y mis camisetas, fui consciente de que estaba mucho mejor antes. Junto con la ilusión, se había esfumado también el placer de la comida. Ahora solo era una necesidad, y me costaba horrores cubrirla.

Pasó una semana, luego otra y otra más, cada una con sus siete días, cada día con sus veinticuatro horas, cada hora con sus sesenta minutos. Lo peor eran los fines de semana, se hacían interminables. Vero no se cansaba de proponerme planes: en solitario, con Kristen, con los amigos de Kristen... Sabía que si me distraía sería más fácil, pero me daba miedo bajar la guardia y descansar del poco camino que había avanzado. Incluso Bea me llamaba de vez en cuando para ver cómo estaba. A ella se le notaba visiblemente mejor.

No volví a tener noticias de Lauren hasta que a primeros de mayo recibí un breve mensaje en el celular que decía:

Por fin soy libre.

Me alegré tanto que a punto estuve de llamarla. Iba a marcar, cuando di marcha atrás. Lo más probable era que nos quedáramos sin conversación tras darle las felicitaciones y esa idea me parecía sumamente triste después de todo lo que habíamos vivido juntas. Así que me limité a contestar a su mensaje con un escueto:

Felicidades. Ya puedes abrir la caja. Avísame cuando quieras que te dé la llave.

Por mucho que esperé, no recibí respuesta. Se había acabado. Del todo y para siempre. No tenía sentido esperar más, Aún tenía la invitación de Darío y Rubén colgada en el corcho de la pared. Había prometido acompañarla, pero desde entonces las cosas habían cambiado mucho. Llamé unos días antes de la boda para avisarles de que se lo agradecía mucho, pero no podía ir. Rubén, que fue quien contestó, me dijo que no pasaba nada. Por suerte, no hizo ninguna pregunta ni más comentarios.

A mediados de mayo terminaron las clases. Muchos días quedaba con Vero para estudiar las asignaturas comunes juntas, aunque a ella le costaba concentrarse, de tan enamorada que estaba. Shawn también vino, pero como insistía una y otra vez en sacar el tema de Lauren, le puse como condición que, si quería repasar con nosotras, no podía mencionar su nombre. El pobre obedeció dócilmente y, si alguna vez se le escapaba algo, se tapaba la boca azorado, como si fuera un niño.

Nunca lo hubiera pensado, pero aquel tiempo estudiando fue muy agradable. Poco a poco me iba notando con más fuerzas y los días largos y luminosos también ayudaban. Me sentía optimista y más segura de mí misma, y empezó a forjarse una idea en mi cabeza. Al principio era solo un pensamiento impreciso, pero fue tomando forma a medida que pasaban los días. Sabía lo que debía hacer. No tenía por qué seguir la inercia, empezar una carrera que ni siquiera tenía la certeza de querer estudiar y vivir mi vida al son que marchaban los otros. Debía irme, alejarme y descubrir qué es lo que en realidad quería hacer. Fui sopesando las distintas posibilidades, pero una idea se imponía a las demás por su practicidad: iba a hablar con la familia con la que viví en Londres. Me querían y estaba segura de que estarían encantados de acogerme por algún tiempo, hasta que encontrara un trabajo. Tal vez incluso ellos podrían colocarme en su negocio de venta de ropa.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora