19

18.3K 726 325
                                    

Pasaron varios días sin saber nada de Lauren, pero yo no podía quitármela de la cabeza. A cada momento me asaltaban imágenes suyas: sus ojos verdes, su sonrisa, sus tatuajes y esa gota de líquido resbalando por su cuello minutos antes de invitarme a meterme a su cama. Pero ¿qué me estaba pasando?

Por otro lado, estaba Jacob, que si bien había pasado a un segundo plano, seguía rondando mis pensamientos. Sabía por Bea que las cosas no les iban muy bien y que él debía de seguir en la misma línea. No me había llamado ni escrito después de la conversación telefónica y, desde el día de la pelea, no habíamos vuelto a coincidir.

En el instituto todo el mundo estaba atacado con los exámenes. Yo no es que los llevara mejor que le resto, pero que te ocurran determinadas cosas en la vida hace que relativices bastante las prioridades, y una nota baja en Matemáticas o Física no parece algo tan grave.

Además, me encontraba de muy buen humor porque, al fin, me había podido desprender de la muleta. Aún debía realizar algunos ejercicios en casa y tener un poco de cuidado para no forzar la pierna, pero era un gran alivio no depender más de aquel artilugio metálico.

Llevaba estudiando toda la tarde y estaba harta, así que, aunque casi era la hora de cenar, aprovechando que mi madre y Eduardo aún no habían regresado, decidí hacer algo de limpieza en mi habitación. El armario estaba a reventar y mi madre había amenazado que, o quitaba algunas cosas que ya no me ponía, o escogería ella sin ningún miramiento lo que iba a llevar a la parroquia. Debía tomar medidas cuanto antes, porque sabía que, igual que la Mafia, cumplía sus amenazas. Además, era absurdo acumular ropa en la que no me iba a poder meter nunca más en la vida y debía asumir los cuatro o cinco kilos que había ganado en los últimos años y que, cómo no, se me habían concentrado en el culo.

Estaba sumergida en un inmenso montón de ropa, con la música a todo lo que da, cuando oí que alguien llamaba a la puerta. Me encontré con un repartidor chino que debía de tener el mismo nivel de español que yo de mandarín. Me mostró la nota que llevaba, pero aquello se entendía tanto como las recetas de un médico. Seguro que era la cena de Lauren, así que llamé a su puerta.

–¿Será esto para ti? -le pregunté cuando salió a abrir. ¡Vaya pintas! Llevaba un pañuelo en la cabeza y una camisa zarrapastrosa con unos vaqueros igual de viejos.

–Sí. Qué rápidos son estos. Un momento.

Se limpió las manos en los pantalones y rebuscó en los bolsillos. Pagó y volvió a cerrar la puerta sin mediar palabra.

Quizá debía acostumbrarme a su poca amabilidad natural y asumirla como algo característico suyo que nada tenía que ver con los demás. Era un rasgo más de su persona, al igual que lo eran sus ojos verdes o su voz rasposa pero melodiosa. Subí a mi cuarto para continuar con la ropa. Ed Sheeran seguía con la lista y ahora presentaba a Taylor Swift con We Are Never Ever Getting Back Together. Debería enviársela a Jacob.

Decidí probarme algunas cosas antes de tomar la decisión de desprenderme de ellas de una vez por todas: el vestido para ir de boda que tanto le gustaba a mi madre lo descarté sin más. ¿Cómo habría tenido el valor de estrenarlo? Por fin encontraba oportunidad de deshacerme de él sin que ella pusiera el grito en el cielo. Inexplicablemente, los vaqueros negros que compré en Londres me quedaban bien. Allí también había ganado unos cuantos kilos. La minifalda roja que Vero se empeñó en que me comprara era muy bonita, pero un poco reventona y muy corta.

–Creo que te queda bien.

Di un salto y vi en el espejo que mi cara adquiría el mismo tono que la falda.

–¡¿Es que no sabes llamar?!

Lauren sonrió divertida mientras yo trataba de estirarme la falda hacia las rodillas. Volví a mirarme en el espejo. Genial. Jersey de andar por la casa, las pantuflas de osos y la dichosa minifalda. Se sentó sobre mi cama como si estuviera en su casa.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora