Dieciséis.

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Nunca me iría de tu lado. Tus brazos son mi hogar.

Karol S.

Supongo que si las cosas entre Ruggero y yo no van bien, es por mi culpa.

Hace tres semanas del sangrado en la noche que me hizo terminar gritando que en realidad tenía cáncer. Hace tres semanas que estuvo esperándome en la sala de espera de un hospital negándose a creer mis palabras.

La noche que llegué, fui internada por cinco días más. Y atribuí su escasa presencia a que su madre estaba conmigo y a su trabajo.

Pero cuando salí del hospital y las tres primeras noches se negó a dormir conmigo, entendí que no se trataba de eso. Él realmente me estaba ignorando.

No digo que fue sencillo, pero en algún momento volvió a la habitación y ahora, aunque no hablamos como antes, mínimo se comunica más.

He querido darle tiempo y espacio, pero creo que a este punto, ambos sabemos que aquí ninguno es la víctima. Yo no lo soy, le oculté mi cáncer.

Y él tampoco lo es, Leonardo me dijo algo de lo que quiero hablar con él en cuanto llegue del trabajo.

Por ahora, solo estoy viendo Estamos Muertos en Netflix mientras pongo la mesa para cenar.

Evidentemente no cociné yo. Antonella lo hizo por mí.

Amo que mi suegra pase todo el día conmigo, pero a veces siento que piensa que soy una inútil que no hace más que ver series en Netflix mientras ella hace todo en casa.

No quiero ser ese tipo de nuera.

Me siento a esperar sin dejar de ver la serie, y creo que estoy tan inmersa en lo que veo que ni siquiera noto que ha llegado hasta que escucho el;

—Buenas noches.

Levanto la mirada de la televisión y sonrío apagándola.

—Hola, lamento no estar prestando atención. —musito poniéndome de pie.— La cena está lista, siéntate.

—No tengo hambre, gracias.

—La cena está lista. Siéntate. —repito con paciencia.— No pregunté si tenías hambre o no.

Me mira por largos y tensos segundos.

Y cuando creo que me va a decir algo, solo da media vuelta y se aleja.

Bien... Voy a darle cinco minutos para que baje, si no lo hace, entonces voy a subir y le voy a decir unas cuantas cosas.

Ya me cansé de la situación.

Cinco minutos exactos después, baja como se lo he pedido y se sienta.

Le pongo su plato de comida sobre la mesa y él me agradece antes de decir;

—¿Fuiste a hacerte esos exámenes?

Asiento, su madre me llevó.

—A que no sabes qué pasó hoy. —digo entusiasmada.— Fui a hacer la prueba que te dije y entonces cuando salí, choqué con una mujer, estaba tan avergonzada que...

—Hoy no. —me corta.— Me duele la cabeza, es un dolor que me está matando.

Bajo la mirada a la mesa. Asiento.

—Lo siento... ¿Necesitas que te prepare un té?

—Estoy bien, lo único que necesito es silencio.

—Igual yo solo intentaba contarte de mi día.

—Pues me cuentas de tu día mañana, ¿Qué te parece? —se pone de pie.— Me voy a bañar. Come bien, por favor.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora