Treinta y Tres.

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—¿Te gustó todo?

Cierro la puerta del jardín y pongo el seguro, él asiente mostrándome el recuerdo que guardó. Me río cruzándome de brazos.

Fue una fiesta bonita y pequeña, tal y como quisimos que se de la primera vez.

—Así que... Tendremos una niña.

—Lo supe siempre. —sonrío.— Era obvio.

Camino hacia las escaleras mientras él apaga las luces.

Y como sé que está subiendo detrás de mí, continúo;

—Ahora podemos comenzar a decorar la habitación, tengo muchas ideas.

—Dale, en tu próximo día libre vamos a ver todo lo que necesitemos. Mientras, sigue armando todo.

—Okey. —cedo.— Que tengas una buena noche.

—Igual tu, descansa.

Camino hacia mi habitación y entro en esta para buscar mi pijama. Estoy agotada.

Asi que tan pronto me quito los zapatos, llevo mis manos al cierre de mi vestido intentando bajarlo.

Pero mientras me miro en el espejo, mi locura asciende y de inmediato me llevo las manos a la cintura. Sonrío.

¿Por qué no?

Descalza vuelvo a caminar hacia la puerta y abandono la habitación para tocar la puerta de Ruggero. Pronto me abre, sonrío dándome la vuelta.

—¿Me ayudas con esto?

Aparto mi cabello y dejo que me baje el cierre del vestido.

Siento sus manos en mi espalda, sonrío sintiendo como el cierre desciende abriendo el vestido y los tirantes caen por mis brazos hasta detenerse en mis codos.

Las yemas de sus dedos apenas rozan mi espalda desnuda, pero lo siento, y, por supuesto, me causa un ligero escalofrío.

Doy media vuelta y sin dejar de sostener el vestido contra mi pecho, digo;

—Gracias, eso era todo. Descansa.

Pretendo volver a la habitación pero él ha entendido mi señal, y por supuesto, me detiene tomándome del antebrazo.

—Por supuesto que no ha sido todo.

Un jadeo se me escapa cuando lleva su mano a mi cuello y me acerca a él uniendo nuestros labios en un beso. Subo mis brazos a su cuello dejando que el vestido caiga a mis pies.

Caminamos dentro de la habitación, cierro la puerta con el pie y a ciegas nos acercamos a la cama.

Suelto los botones de su camisa, pasó mis manos por su pecho y me deshago de esta con ansiedad. Realmente necesito esto.

Pero por supuesto, el cuerdo Ruggero me detiene cuando llevo mis manos a su cinturón, le miro sin entender nada. Él carraspea aún jadeante.

—¿Estás segura?

—Si no te desnudas en dos segundos, me voy a ir. —advierto.— ¿Quieres que me vaya?

Espero que eso cuente como una respuesta.

~~~~

Cierro la puerta del baño, Ruggero me mira desde su cama y yo recojo mi aún húmedo cabello en una coleta alta.

Carraspeo sin saber qué exactamente decir.

Anoche dormimos juntos...

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora