Treinta y Siete.

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Creo que de todas las cosas que pudieron pasar en todos estos años, jamás imaginé esto. Jamás quise esto.

Yo no quería terminar sola.

Yo no... Esperaba algo mucho mejor.

Supongo que mi corazón se quedó estancado dos años atrás. Y la sensación no es agradable.

—¿Terminaste?

Asiento mostrándole la tableta de pastillas vacía. Terminé las primeras diez.

—Me alegra mucho que tú corazón esté recibiendo tan bien la medicina. —la abuela besa mi frente.

—¿Y qué hay de mi cáncer?

Se queda en silencio, un suspiro brota de mis labios.

—No ha desaparecido, ¿Verdad?

—Es una bomba de tiempo, princesa.

Asiento mirando el techo. Era lo que esperaba escuchar.

Y duele, joder.

Duele.

Me cruzo de brazos viendo hacia la ventana de mi habitación. No la recordaba tan rosa pastel.

Y tomando en cuenta cómo me siento por dentro, se siente absolutamente extraño.

Me distraigo cuando escucho el timbre sonar, de inmediato me pongo de pie y la abuela me sigue. Sonrío viendo por la ventana.

Llegaron.

—¿Los vas a recibir aquí o en el jardín?

—Aquí. —musito viendo hacia la puerta.— Abuela, yo...

—Descuida, me iré y aseguraré de que nadie te moleste.

Asiento volviendo a sentarme en la cama, ella abandona la habitación y suspiro profundo llevando mi mano a mi pecho. Me duele un poco.

Me llevo el cabello detrás de la oreja y tomo el vaso de agua que descansa en la mesita de noche para beber un bocado. Estoy poniéndome ansiosa y eso no me gusta.

Pronto el sonido de la puerta me hace ponerme de pie, tomo aire y abro la puerta por fin. Mis manos tiemblan cuando veo a Ruggero llevando a Hugo de su mano. Y a una preciosa nenita en su brazo.

Mis ojos se llenan de lágrimas y él suspira.

—Karol, tú estás... Vaya, no creí que fuera cierto cuando me lo dijeron.

Ignoro sus palabras mientras me inclino a la altura de Hugo, él me mira, suelta la mano de Ruggero y sonríe.

—Hola, mami.

—¿Aún te acuerdas de mí? —mi voz se quiebra. Él se ríe.

—Papi me habla de ti todas las noches. Dijo que estabas viajando por el mundo... ¿me trajiste regalos?

—¿Viajando por el mundo? —me río limpiando mis lágrimas.

Debí suponer que Ruggero le diría eso después de decidir que no quería seguir llevándolos al hospital y someterlos al estrés que ello conlleva. O es lo que entendí cuando Giovanna salió en su defensa.

Me resulta confuso entender cómo los papeles se invirtieron. Antes Juliana lo defendía de todo, ahora ya no.

Le odia. Y eso es confuso.

—Te traje muchos regalos. —sonrío.— Pero es que aún no llegan del aeropuerto, ¿Sabes?

—Okey, puedo esperar. —rasca su frente.— ¿Ya viste a mi hermanita? Papá dice que tiene tus ojos.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora