Veinte y Cinco.

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—¿Alguien más está cansado o solo yo?

Emilio levanta su mano mientras sus ojos se cierran por inercia, Helen suspira abrumada y me río.

Efectivamente, todos odiamos los lunes. No soy solo yo.

Pero se acabó. El maldito lunes por fin llegó a su final y ahora estoy feliz porque en solo cinco minutos, puedo abandonar el hospital.

Amo esto.

Amo tanto la hora de salida...

—¿Y alguno tiene planes? —vuelve a preguntar Juli, le río deduciendo lo que quiere.

—Pues no, tan solo llegar a casa y dormir. —musita Emilio.— ¿Y tú?

Y ya está, han dado justo en el clavo.

Juliana se acomoda, lleva su cabello detrás de sus orejas y soltando un suspiro comienza a decir;

—Tengo una quinta cita con un tipazo, realmente es un tipazo.

—¿Guapo? —pregunta Helen. Juliana sonríe aún más.

—Dios, guapísimo, es como sacado de una película romántica, guapo, detallista, cariñoso y todo lo que una mujer podría pedir. —se lleva las manos al pecho.— Estoy enamorada, de eso no hay duda.

—Vaya, eso es nuevo, no creí que serías capaz de enamorarte. —admite Emilio.— Creí que de las tres, eras la única que no entrega el corazón.

—Pues ahora mismo lo estoy entregando y en bandeja de plata. —musita mi amiga.— Lo amo, joder. Lo amo... Cuando se enamoren, me van a entender.

—Créeme, te entiendo...

—¿Ah sí? —me río.— ¿Y desde cuándo estás enamorado?

—Desde que la ví. —admite.— Es tan preciosa que definitivamente se roba todas las miradas apenas entra.

—¿Quién?

Helen se ríe, Emilio se encoge de hombros y Juliana carraspea. No entiendo nada.

—Una mujer que es tan prohibida como bella. —resume. Me río.

—Pobrecito, te enamoraste y no te corresponden, debe sentirse feo.

—Que maldita. —me acusa Helen. Levanto mis manos en señal de paz.

—Nunca dije que soy buena para dar consuelo. —me defiendo.— No es mi culpa que se enamore de quien no debe.

—Definitivamente. —suspira.— No es tu culpa.

Me mira a los ojos, sonrío con inocencia pero comienzo a sentirme incomoda cuando no deja de mirarme. Siento el calor subir a mis mejillas, de inmediato aparto la mirada.

Helen se ríe.

—¿Quieren ver mi nuevo perfume? Lo compré esta mañana con la doctora de cardiología.

Saca una caja rosa de su bolso, la tomo abriéndola con curiosidad. Si hay algo en lo que soy experta es en coleccionar fragancias.

Pero apenas percibo el olor, todo en mi interior se revuelve. Joder...

—¿Qué te pasa?

—Es asqueroso. —admito sin pena.— Que asco, ¿No pudieron darte algo con un olor menos asqueroso que ese?

—Que hiriente estás hoy.

¡¿Hiriente yo?!

¡Pero si solo estoy diciendo la verdad!

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—¡Y gané!

Hugo suelta una carcajada mientras Agustín se deja caer en el piso y Valentina festeja su victoria.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora