Veinte y Tres.

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Ruggero P.

—¡Muy bien!

Hugo salta feliz por la felicitación de mi esposa, ella le abraza antes de darle un chocolate. 

Han estado toda la mañana jugando porque se negaron a ir al desayuno y a todas las actividades de hoy. Y ahora que acabo de llegar, lo único que sé es que Hugo se acaba de bañar y estaban jugando a nombrar animales salvajes.

Me mantengo sentado en el sillón viendo a mi esposa terminar de atar los cordones del pequeño Hugo, él sonríe feliz por la atención.

Hugo es ese tipo de niño que me hace sentir afortunado de ser una persona idónea para adoptar. Ese niño despertó el deseo de ser padre en mí.

Ese deseo que por todos estos años había permanecido en algún rincón de mi.

Quiero darle la familia que tanto anhela. Siempre y cuando sea junto a la mujer que yo amo.

Siempre y cuando sea junto a esa gruñona de ojos verdes que ahora mismo, me está ignorando mientras se recoje el cabello.

Suspiro profundo.

Creo que ya la pelea duró mucho. Yo ya no aguanto esta situación.

Necesito a mi esposa de regreso.

Y es por eso que hoy desperté decidido a dejar mi orgullo de lado.

Me pongo de pie viendo cómo Hugo se aleja a buscar sus zapatillas. Y tan pronto el niño abandona la sala de la suite doble, abrazo a mi esposa por la espalda.

Ella pone sus manos sobre las mías.

—Suéltame.

—No. —digo de inmediato.— Ya, por favor olvidemos lo que sea que esté pasando.

—¿Qué pasa ahora? ¿Camila ya no quiere estar contigo y por eso vienes a buscarme?

—¿De dónde sacas que yo estoy con ella? Que sea mi ex novia no quiere decir que el que ahora nos llevemos bien representa que quiero volver con ella. —explico con paciencia.— Y sigo enojado por la manera en la que me hablaste el otro día, insinuaste que te estoy siendo infiel y eso me dolió mucho.

—Ah, ahora hasta resulta que yo te ofendí a ti.

—No, amor. No quise decir eso. —digo con paciencia.— Solo quiero decir que no te estoy engañando porque te amo y no tengo la necesidad de buscar algo fuera del matrimonio porque lo tengo todo contigo.

Se suelta de mi agarre y aprovecha el que Hugo sale de la habitación para tomar sus cosas y decir;

—Vamos, es hora del almuerzo.

Salgo detrás de ellos, y tan pronto estamos en el ascensor, tomo la oportunidad de sujetar la mano de mi esposa. Ella me mira molesta.

—No, no puedes decir nada. —advierto.— Tengo derecho a tomar tu mano hasta que la muerte nos separe, no me puedes negar mis derechos.

Una risita se le escapa y sonrío.

Lo he logrado.

—Te amo. —insisto.— ¿Puedes confiar en mi, por favor?

Me mira, se muerde el labio inferior y niega.

Pero sus ojos... Sus ojitos brillan mucho y sus pupilas se dilatan así que de inmediato sé su respuesta.

Sonrío dejando un beso en sus labios.

—Te amo. —responde finalmente.— Pero que te ame no significa que las cosas se han solucionado, lo sabes, ¿Verdad?

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora