Veinte y Nueve.

356 57 6
                                    

Cierro la puerta con cuidado, no quiero hacer ruido ahora mismo. No siento que sea la hora adecuada para hacerlo.

Son apenas las cinco de la mañana. Y si he venido tan rápido es porque necesito arreglarme para el trabajo. Y sacar unas cuantas cosas porque definitivamente no me voy a quedar aquí.

Primero necesito saber en dónde me voy a quedar y después podré sacar todas mis cosas de aquí. Todas.

No quiero seguir viviendo en este lugar. Ya no.

Abro la puerta de la habitación esperando que si Ruggero está, se encuentre dormido. Pero no, mis esperanzas se desvanecen cuando tan pronto enciendo la luz, él se pone de pie.

—Estás aquí.

Su voz de alivio me hace apartar la mirada mientras se acerca y me envuelve en sus brazos. De inmediato le alejo.

—No me vuelvas a tocar. —pido.— Y no te preocupes que ya me voy.

—Por favor. —suplica tomando mi mano.— Por favor escúchame, te lo suplico. Tan solo escúchame.

—No. Me. Toques. —repito quitando mi mano.— Tú y mis abuelos están muertos para mí, no los necesito, no los quiero. Solo quiero estar bien, y sola.

Le empujo caminando hacia el armario.

Intento buscar mis cosas pero de nuevo me toma del antebrazo y me obliga a voltear.

—Ya te dije que...

Mis palabras quedan en el aire cuando se arrodilla frente a mí. Me llevo las manos a la cara limpiando mis lágrimas.

—No me dejes. —pide.— Por favor no te vayas, no me dejes. Porque sin ti yo no voy a poder vivir. Tú y mis hijos son todo lo que tengo, por favor no te vayas.

Cierro los ojos dejando que las lágrimas corran. Él toma mi mano.

—Haré lo que sea que pidas. Pero por favor, no me dejes. No abandones nuestro hogar.

Retiro mi mano y camino hacia la puerta.

—Este no es mi hogar, Ruggero. Y tú no eres nada para mí. —le hago saber.— No importa lo que digas, no importa lo que hagas. A partir de ahora, no existes para mi. Y no vuelvas a referirte a mis hijos como tuyos, porque no lo son.

—Mi amor...

—Karol. —corrijo.— Para ti soy Karol. O en su defecto, la princesa caprichosa. ¿No es así?

Abandono la habitación.

Me encierro en la de enfrente y me visto intentando que el dolor de cabeza disminuya. El malestar me está matando.

Cepillo mis dientes con uno de los cepillos de emergencia y abandono la habitación para poder buscar mi abrigo.

Es muy temprano todavía, pero prefiero estar en la sala en lugar de estar en la.misma habitación que él.

No sé qué va a pasar con nosotros, pero sé con certeza que estaré bien.

~~~~

Me suelto el cabello, apoyo mis brazos en la mesa y oculto mi rostro en el espacio que se forma mientras cierro los ojos. Estoy agotada.

Ha sido el peor de mi vida. No tengo fuerza para hacer nada.

Estoy cansada mentalmente sin duda alguna.

—¿Estás bien? —siento una mano en mi hombro y me muevo viendo a Emilio.— ¿Todo bien?

Asiento incorporándome. Todo está bien.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora