Cuarenta y Uno.

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—Buenos días.

Ruggero se sienta en la orilla de la cama, le miro sin moverme de mi lugar.

Después de abandonar el departamento de mi amiga en un taxi, no pudimos hablar porque me quedé dormida y él salió a buscar el auto que dejó parqueado en algún lugar. Así que bueno, ahora mismo, soy consciente de que nos debemos una conversación.

Sin embargo, no sé por dónde comenzar.

Mi mente ya captó lo que ayer había olvidado.

Ya recordé que la razón por la que desperté en la cama de mi mejor amiga gritando asustada fue porque me enteré de que mi marido se casó conmigo por obligación.

Me enteré de la verdad que me ha ocultado por tres años. No me ama.

¿Qué se supone que tengo que hacer con eso?

—Tenemos que hablar.

Asiento cubriéndome con la mantas. Él suspira.

—Te quiero mucho, lo sabes, ¿Verdad?

—No entiendo por qué me estás diciendo esto. —rasco mi frente.— Pero de todos modos, lo que tenemos que hablar es distinto ahora mismo. Y no nos va a alcanzar el tiempo.

—Sí pero...

—Voy a estar aquí cuando vuelvas. —prometo.— No me iré, y tampoco voy a dejar que nadie me cuente su versión. Quiero hablar contigo primero.

Asiente visiblemente más relajado por mi confesión, se pone de pie y busca sus cosas antes de mirarme.

—Gracias por aceptar escucharme.

Asiento, sé que duda acerca de lo que tiene que hacer y yo sonrío extendiendo mi mano hacia él. Entiende mi mensaje pues de inmediato toma mi mano y se vuelve a sentar a mi lado.

—Todo está bien. —prometo.— Solo hace falta que lo esté después de hablar.

—Te amo, demasiado. —confiesa. Asiento.

—Y yo te amo a ti. Vete tranquilo que solo iré al hospital por unos pendientes que tengo. Y si quieres, podemos almorzar juntos.

—Me gustaría mucho.

—Okey, entonces te iré a buscar en el trabajo. —me estiro a dejar un beso en su mejilla.— Vete tranquilo que no pienso empacar y huir mientras no estás.

—Te amo, realmente te amo.

Me río mientras asiento. Escuchar eso después de los sueños más horribles que tuve durante la noche y la madrugada me hacen restaurar mi fe en mi relación.

Se marca después de dejar un pequeño beso en mi frente. Y después de dormir un poco más, me levanto para desayunar y bañarme.

Son las diez y media cuando llego al hospital para retirar los resultados de mis exámenes y de paso, agendo una cita médica.

Para la una en punto, estoy en el trabajo de Ruggero, y cuando se lo informo, él me responde pidiendo que suba a verlo. Y después de estacionar el auto, hago exactamente eso.

Subo hasta su oficina en dónde toco dos veces escuchando su voz. De inmediato entro y sonrío al ver a la trabajadora social aquí.

No sabía que le hacía frecuentes visitas a mi marido en el trabajo. Pero es lógico, en el mío no podría ni aparecerse, no tendría tiempo de atenderla.

La saludo y me paro junto a Ruggero que de inmediato toma mi mano y dice;

—La semana que viene podremos ir a firmar y hacer oficial la adopción de Hugo.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora