Dieciocho.

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—Llegamos temprano.

Ruggero abre la silla para mí, asiento mientras me bebo el contenido de mi vaso.

Diez minutos antes pero llegamos. Eso es un milagro tomando en cuenta que somos los seres más impuntuales del mundo.

—¿No quieres comer algo más en lo que llegan? Algo que esté dentro de tu dieta.

—No. —hago una ligera pausa.— Bueno, quizá quiera comer algo. Pero aquí no puedo.

—¿Qué? Puedo conseguírtelo. —asegura. Sonrío.

—A mi esposo.

Es ligero y casi indescriptible, pero el color en sus mejillas está ahí y eso me hace reír mientras me rasco la nariz.

Amo ponerlo nervioso.

Y más con comentarios como este.

—Estás loca.

—Tú me preguntaste si quería comer algo. —me justifico jugando con mi vaso.— Y solo quiero comer eso.

—¿En serio? ¿Otra vez?

—Soy repetitiva y constante con mis dietas, tal como la doctora lo recetó.

Me quiere responder pero entonces escuchamos el grito de saludo a la distancia y me incorporo fingiendo que no intentaba jugar con mi marido.

Me acomodo el cabello y Ruggero se pone de pie para saludar a su compañero de trabajo. Tienen un acento similar, debe significar algo.

Pero me centro más en la mujer a su lado. Alta, guapa y muy, muy elegante. Sonrío.

—Te presento a mi esposa. —le dice Ruggero a su compañero.— Ella es Karol Sevilla, el amor de mi vida. Amor, él es Pasquale, mi compañero de trabajo y ella es Nicole, su prometida.

—Mucho gusto, encantada. —estrecho la mano de ambos.— Me alegra mucho conocerles.

—El placer es mío.

—Tú acento. —señalo al chico.— ¿Tú eres...?

—Italiano también, sí. —asegura mi esposo y sonrío.

Me alegra que Ruggero tenga a alguien italiano en su trabajo. Comparten nacionalidad.

Y ya sé que parezco mamá primeriza buscándole amigos a su bebé pero es que Ruggero es en serio importante para mí. Solo quiero que esté bien.

Nos sumimos en una extensa y agradable conversación entre los cuatro. Nicole es bastante agradable, simpática y fácil de querer.

Las próximas en llegar son Juliana y Giovanna que por supuesto hacen su aparición triunfal cayéndose en la entrada. Mi ataque de risa es inevitable y sus caras de vergüenza aún más.

Y eso hace que no esté consciente de su presentación con el compañero de trabajo de mi esposo. Pero si estoy pendiente de la conversación, sobre todo cuando Camila y su acompañante llegan.

Vienen tomados de la mano y bastante sonrientes al parecer. Todo un encanto.

Miro a Ruggero, él me sonríe tomando mi mano.

—Si quieres nos vamos, no pasa nada.

Asiento, sé que no pasa nada.

Pero sin duda, para mí es una prueba que pone a jugar mi madurez. Esa que hasta el día de hoy voy a saber si tengo o no.

Aún así, me reconforta saber que si quiero nos podemos ir.

Me aseguraré de usar esa oportunidad tan rápido como pueda en caso de no sentirme cómoda

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora