Diecisiete.

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Pude haberme rendido, pero veo tus ojos y recuerdo la razón por la que quiero seguir.

Karol S.

Me duele mucho la cabeza. Y es que para haber sido mi primer día después de algunas semanas, tuve mucho trabajo.

No me senté para nada en todo el día. Bueno, para nada más que comer. 

Y ahora me duelen los pies y eso justifica el estar sentada mientras espero que Juli termine de alistarse para salir. Giovanna ya nos está esperando afuera.

—Por cierto, no me habías dicho si al final decidiste o no hablar con Ruggero. —musita mientras se suelta el cabello. Un suspiro brota de mis labios.

—Lo hice, y creo que fue una mala decisión.

—¿Qué? ¿Por qué? No me digas que por eso fue que llegaste con los ojos muy rojos e hinchados.

Asiento. Fue por eso.

—¿Y ahora qué te hizo el maldito? Últimamente le estoy agarrando odio a tu esposo.

—No, no me hizo nada. Yo se lo hice a él. —explico acomodándome  en la silla.— Es que nos pusimos a hablar de mi cáncer y bueno... Creo que soltó lo que realmente pensaba. O bueno, sentía.

—¿Cómo?

—Se puso a llorar. —trago saliva recordando el momento.— Y terminé llorando también porque no le había visto llorar así desde que perdimos al bebé.

Juli deja de mirarse en el espejo y se sienta a mi lado tomando mi mano. Un suspiro brota de mis labios antes de abrazarle con fuerza.

Me dolió como no tiene idea.

Creo que de los dos, Ruggero es el que más fuerte intenta mantenerse en toda situación. Y el que se haya quebrado hoy me terminó quebrando a mi también.

—De algún modo entiendo al hombre, eres el amor de su vida. Se casaron por circunstancias un poco dolorosas y el escuchar que después de perder a su hijo puede perderte también a ti es evidente que le va a doler. —acaricia mi cabello.— Pero está bien. Hazle saber que estás bien, que tú cáncer no ha evolucionado tanto. Y que lo que más necesitas de él es tiempo, atención y mucho, mucho apoyo moral.

Asiento limpiando mis lágrimas. Ella besa mi mejilla.

—Y ahora vámonos a comer porque Giovanna se debe estar muriendo de hambre. —musita poniéndose de pie y me río.— Tranquila, todo va a estar bien.

Lo sabía más que de sobra.

Y el tener el apoyo de mi esposo después de todo no resultaba malo.

Al contrario, me hacia sentir bendecida.

Soy afortunada incluso en mis peores momentos y jamás voy a dejar de agradecer por eso.

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—Las amo, espero que salgamos así más seguido.

—Te amamos. —alargan a la vez y me río lanzando besos.

—Vayan con cuidado, adiós.

Camino hacia la puerta y me adentro a casa esperando que Ruggero ya se encuentre aqui. Y si, tan pronto estoy en el comedor, noto que él y su familia están aquí.

Sonrío acercándome a abrazar a mis suegros y a mi cuñado.

—¿Y esa sorpresa tan bonita? —alargo. Ellos se miran entre si.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora