Cuarenta y Cuatro.

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Un año y medio después.

Cierro la llave de la ducha y apartó el cabello de mi rostro antes de abrir la mampara y buscar mi toalla.

Tan pronto envuelvo mi cuerpo y mi cabello en una toalla, salgo del baño y con cuidado cierro la puerta. De inmediato miro a Ruggero que duerme de lo más tranquilo con Valeria a su lado. 

Hugo en cambio, colorea su libro en el pie de la cama. Sonrío.

—Mami, estás lista. —me susurra mi hijo. Sonrío mientras sujeto el nudo de mi bata de baño.— ¿A dónde iremos?

—Tú, irás a la escuela, amor. —beso su frente.— Así que ve a tu habitación, iré pronto.

—¿Por qué hay que ir a la escuela? —se queja bajándose de la cama.— La escuela es aburrida.

Bueno, el Hugo que amaba ir a la escuela se perdió en el momento en el que su hermanita nació.

Lo único que ahora quiere hacer es sentarse a mirarla. Podría hacerlo por horas.

Valeria es la debilidad de todos aquí así que no puedo decir nada en su contra.

Me cambio y alisto para salir tan rápido como puedo antes de ir a la habitación de Hugo y ayudarlo a bañarse. Y mientras le dejo vistiéndose, bajo a preparar el desayuno.

Siento las siete y treinta y cinco, escuchamos el llanto de Valeria, ha despertado. Hugo sonríe mientras se termina su batido.

—Podré ver a mi hermanita antes de irme. —festeja bajándose de la silla.— Terminé, mami.

—Ve a cepillarte los dientes, no te ensucies. —pido sin dejar de preparar su lunch.— Y pídele a tu papá que te peine cuando termine con Valeria.

—Okey.

Alisto el lunch de mi hijo y lo guardo en su lonchera antes de subir a la habitación.

—Buenos días...

—Hey.

Ruggero sonríe dejando a Valeria sobre la cama, me acerco a besar su mejilla antes de mirar a mi hija.

—¿Y esta preciosura? Te despertaste temprano, amor.

—Ya la cambié, me voy a bañar. —musita mi esposo.— Dale de comer.

—Si, señor. —me río sentándome en la cama.— Apúrate que tienes que peinar a Hugo.

Asiento entrando al baño y yo me dedico a alimentar a mi hija.

Hoy tenemos muchas cosas que hacer antes de la sorpresa de Hugo. Además, Valeria tiene cita médica, es un día muy ocupado.

—¡Buenos días, princesa!

Tan pronto escucha la voz de Hugo, Valeria se aleja de mi seno y sonríe mirando a su hermano mayor.

Es evidente que no pueden vivir el uno sin el otro.

—¿Estás listo?

Hugo asiente besando la mejilla de Valeria, me pongo de pie y dejo a mi hija en su cuna antes de dedicarme a arreglar la cama y el resto de la habitación. Y cuando Ruggero sale, me dedico a esperar.

Ninguno desayuna, eso nos ahorra tiempo pero al final, terminamos saliendo tarde como siempre.

—¿Cuándo dejaré de ir a la escuela? —pregunta Hugo mientras Ruggero conduce hacia la escuela.

—Cuando comiences a ir al colegio. —le responde mi marido, golpeo su brazo.— ¿Qué? Teóricamente es cierto.

—¿Y cuándo dejaré de ir al colegio?

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora