Veinte y Ocho.

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Última tarde aquí.

Y para ser domingo, por supuesto que la despedida tenía que ser así.

Sentada en mi lugar veo a Juliana y Giovanna cortar el pastel mientras Nicole sirve café y Ruggero comienza a pasarlo hasta la sala. Me entrega una taza de té y sonrío.

No sé si sea permitido tomar café estando embarazada o no, pero prefiero el té.

Pronto todos rodeamos la sala y me acomodo subiendo mis pies al sillón. No sé qué quieren hacer pero se ve interesante.

—¿Y ahora...? ¿Qué procede? —pregunta Nicole. Me río por lo bajo.

—Creo... Que tengo una idea. —musita Camila y todos le miramos.

—¿Cómo cuál?

—Juguemos a contarnos historias. —propone ella. Me encojo en mi lugar.— Comienzo yo.

—Pero nada de terror o cuentos de hadas porque estoy harta de las dos cosas. —señala mi mejor amiga.— Cuenten algo científico o qué sé yo.

—Estaba pensando en algo romántico. —admite.— Aunque, la historia después se haya vuelto trágica.

—¿Al estilo Romeo y Julieta?

—Algo al estilo trágico y ya. —cruza sus brazos sobre su pecho. Su mirada perdida me hace saber que la historia es real.— La historia de un hombre y una mujer que se amaban como nunca habían amado, pero se separaron para dejar que el destino los vuelva a juntar solo si eran los indicados.

—¿Y se volvieron a juntar?

Sus ojos se llenan de lágrimas. Niega.

—No, porque aunque son los indicados el uno para el otro, hay alguien más en el medio de ambos. —limpia la primera lágrima que rueda por su mejilla.— Y gracias a ella, nunca más van a poder estar juntos. Porque no puede dejarla. No puede.

—Que triste.

—Ojalá ella entendiera que aunque le esté obligando a quedarse, él no la va a amar. No importa que duerma a su lado todas las noches. Él me ama a mí.

Oh, vaya...

De inmediato miro a Ruggero, él se encoge de hombros.

—¿Yo que voy a saber? —susurra.— Confía en mi, por favor.

Relamo mis labios, cuento mentalmente hasta diez y asiento.

No voy a decir nada.

—Y de casualidad, ¿Esa historia es real?

La pregunta de Nicole llama mi atención. Camila asiente.

—Mucho, de hecho. —se ríe.— Yo... Yo no sabía que las personas ricas aún obligaban a la gente a hacer cosas.

—¿A qué te refieres? —cuestiono con la cabeza comenzando a dolerme.

—A que la gente rica puede llegar a ser muy cruel y obstinada cuando quiere conseguir algo en beneficio propio. —dice mirándome a los ojos.— ¿Qué me dices tú, Ruggero?

Mi marido suspira profundo, o más bien, parece haberse quedado sin aire pues no hace ni dice nada. Solo le mira.

Y por su aspecto sé que Camila está diciendo algo que se trata de él. Me retiro el cabello de la cara.

—¿Qué se supone que tienes que decirle tú?

Ruggero me mira, abre la boca para decir algo pero vuelve a cerrarla.

—¿Ruggero? —insisto con un nudo en mi garganta.

—Contemos otra historia. —propone Camila.— Ahora la de una princesa caprichosa.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora