Veinte y Dos.

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Tuve un gran día aunque no fue lo que yo esperaba.

Me divertí con mis amigos y hasta gané premios en las maquinitas. Fue un día feliz.

Y respecto a Ruggero...

No sé y no me interesa la situación en la que se encuentre.

No quiero detenerme a pensar en eso porque sé que voy a terminar llorando y no me lo merezco. Por supuesto que no.

El auto se detiene en la entrada a mi casa, tomo mis bolsas y mi mochila antes de sonreírle a mis amigos. Realmente no quiero irme pero tengo que aceptar que mi día ha terminado.

—Me divertí mucho. —admito.— Gracias por todo, fue en serio el mejor día de mi mes. Y quizá hasta de mi año.

—Que dramática y exagerada. —se ríe Emilio.— Pero quiero mi revancha en las maquinitas, eh.

—Jamás, la victoria es mía y de nadie más. —le señalo antes de acercarme a besar su mejilla y la de Helen.— Gracias, espero que se puedan unir a nuestros planes más seguido.

—Así será. —me promete ella.— Cuídate y gracias por invitarnos.

—Ya dejen que se despida de nosotros también. —se queja Juli.— Es mi mejor amiga, recién llegados.

—Ya callen a la anciana. —se burla Emilio causando el golpe de Juliana. Giovanna se ríe.

—Ya, estamos en la despedida, no se peleen.

Me río dejando besos en las mejillas de mis amigas. Y cuando me bajo y el auto se aleja, mi alegría comienza a disminuir.

No quiero entrar y enfrentarme al mismo infierno.

Ingreso a casa y sin tanto ánimo dejo mis cosas en la mesita del recibidor y me deshago de mi chaqueta.

Seguramente Ruggero está “trabajando” con Camila así que no voy a hacer la cena ni nada por el estilo. Solo voy a hacerme algo ligero, dejar todo limpio, tomar una ducha e irme a dormir.

O eso es lo que pienso hacer hasta que escucho el;

—¡Llegaste! —y la risita de alegría inunda el lugar.— ¡Hola!

—Hugo... —alargo confundida.— ¿Qué haces aquí, mi amor?

Me agacho a su altura, él me abraza con fuerza y besa mi mejilla mientras me pongo de pie con él entre mis brazos.

—Ruru fue a verme. —comenta.— Nos divertimos mucho.

—¿Y cómo te dejaron salir?

—La trabajadora social tiene mucho que ver. —comenta mi esposo saliendo de quién sabe dónde.— Hola, mi amor. ¿Cómo te fue en tu trabajo?

Se acerca y me besa dejándome confundida, y cuando quiero pedirle que se vaya a la mierda y no use a Hugo para sus juegos, el sonido de los tacones llama mi atención.

Y entonces veo a la trabajar social cruzar la puerta, me mira y sonríe analizándome de pies a cabeza.

—Tu esposo me dijo que fuiste a trabajar.

—A-así es. —sonrío.— Yo... Yo tuve que cubrir a un compañero en el trabajo.

—Vaya, entiendo. —suena comprensiva.— Pero bueno, Ruggero pasó toda la tarde con el niño y parecieron congeniar muy bien. Me gusta su hogar, es muy amplio y Hugo se muestra feliz de estar aquí.

—Si, la realidad es que queremos hacer de esta casa el mejor ambiente posible para Hugo.

—Estaba por mostrarle la habitación que queremos ambientar para él. —me dice Ruggero. Asiento.

Persona Equivocada, Momento Correcto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora