Capítulo 28 - El Adiós

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Sanji abrió los ojos con sorpresa cuando la katana fue directa hacia él y vio brotar la sangre, parecía algo irreal, lo último que fue capaz de ver antes de cerrarlos, fue la mirada burlona de ella.

Cayó de lado, casi recostado sobre el cuerpo de Zoro que permanecía inmóvil, donde él hizo lo mismo.

- Al menos tu no dudas en arrebatar una vida si es necesario. – Se alegró Mihawk de que eso no fuese un problema para ella.

- No te arrepentirás.

- Eso ya lo veremos. – Le dio la espalda en dirección a la salida donde Boa le esperaba para acompañarle – Encárgate de esto y no llegues tarde, en tres días te quiero allí.

- Si, sensei. – Hizo una reverencia que mantuvo hasta que este salió con la morena quedándose sola. Sacudió su espada para limpiarla de la sangre que impregnaba su hoja y la guardó en su funda.

Escuchó los pasos alejarse por el pasillo exterior, el murmullo de una cigarra en el jardín que daba aviso de que el sol había caído y la noche había vencido. Miró de nuevo a los chicos que ensuciaban el tatami, tal como le prometió el chico, había sido un buen combate, vio como Zoro lo daba todo por su novio, cosa que no se esperaba ya que lo único que parecía interesarle antes de irse de la familia, era las espadas.

Se inclinó sobre ellos y se tomó unos segundos más para observar detenidamente al rubio, podía entender por qué Zoro se había fijado en él.

- Ya puedes moverte, se ha ido. – Dijo ella sabiendo que estaban definitivamente a solas.

- ¡Kuina! – El chico se incorporó de golpe todavía sentado para mirarle, estaba su ropa llena de sangre y la cara salpicada – ¡No habíamos quedado en esto, este no era el plan!

Giró el cuerpo del kendoka para que quedase boca arriba, abrió la chaqueta y le levantó la camisa donde pudo ver un surco de piel plegada sobre si misma del golpe que le había atizado la chica.

- Está vivo. – Apartó a Sanji a un lado y puso su mano en el pecho de Zoro.

- ¡Su corazón no late! – Le discutió. No respiraba, estaba muerto o al menos eso pensaba hasta que Kuina cerró su mano y asestó un puñetazo donde estaba antes.

- Ahora sí.

Zoro abrió los ojos de par en par y rompió a toser intentando recuperar el aire a sus pulmones, se quejó llevando sus manos al foco del dolor. Estaba lleno de sangre... pero no era suya, cogió con los dedos la bolsa de plástico que Kuina había puesto momentos antes de darle el golpe final.

- ¿Estás bien, marimo? – Preguntó nervioso y feliz de verle respirar mientras le abrazaba con fuerza.

- Tiene un par de costillas rotas, sobrevivirá – Respondió Kuina por él.

- ¿Qué significa todo esto? – Estaba confundido, pero cuando se dio cuenta del estado de Sanji le echó hacia atrás para poder ver que estaba lleno de sangre y se puso pálido al instante.

- Tranquilo, no es mía, al igual que la tuya. – Abrió su camisa cortada mostrando el resto de la bolsa que quedaba y manchaba toda su ropa – Ha sido una trampa para Mihawk.

- ¿Por eso lo distrajiste? – Se dio cuenta en el combate que le decía algo a su sensei y Kuina aprovechó entonces para meterle la bolsa de sangre mientras le guiñaba el ojo con complicidad. Fue entonces cuando entendió las palabras del rubio en que confiase en él y que todo iría bien.

- Sanji y yo hicimos un trato, pero no podía confiar en tu actuación, – explicó ella – recuerdo que las pocas veces que te vi no sabías mentir, no podía arriesgarme a que Mihawk descubriera el engaño y tampoco podía fiarme del rubiales en si lo haría bien o no.

Quiero que seas egoísta - Instituto One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora