Capítulo 30 - Ziefnislev

615 78 29
                                    

- Vamos a llegar tarde, cariño. – Gruñó por quinta vez mirando el reloj de pulsera mientras tamborileaba su pie izquierdo en el suelo.

- Voy, voy. – Respondió ella acudiendo a la puerta de casa metiendo sus cosas en el bolso de forma apresurada. – De todas formas, el restaurante será capaz de sobrevivir sin ti si tardas por una vez diez minutos.

- Sin mi aquello es un desastre, – caminaron deprisa hacia el coche el cual arrancó nada más subirse. – además ¿dónde se ha visto que el cocinero llegue tarde? Eso retrasaría todo.

- Lo que pasa es que te encanta tu trabajo y por eso estás deseando llegar, – suspiró resignada con una sonrisa – a veces pienso que te importa más que yo.

- Eso nunca, – le reprendió dejando de mirar la carretera por un momento – que no se te vuelva a pasar por la cabeza, car...

No pudo continuar la frase, algo les golpeó y todo se volvió negro.

Cuando abrió los ojos de nuevo no sentía nada, solo escuchaba un pitido que anunciaba que sus constantes vitales estaban dentro de los parámetros, intentó acomodarse, pero falló al apoyarse al no tener pierna izquierda, fue entonces cuando reaccionó. Gritó con todas sus fuerzas el nombre de su mujer, no fue ella quien apareció en la habitación, sino dos enfermeras pidiéndole que se calmase. Al no poder con él, tuvieron que sedarle y fue el cirujano quien le dio la noticia cuando despertó de que su esposa había fallecido en el accidente de coche y él había perdido su miembro el cual tuvieron que amputar.

Hubiera preferido perder cada extremidad si con ello su hermosa rubia estuviese a su lado, pero no fue así, por una simple distracción lo había perdido todo. Su vida se oscureció.

Incapaz de seguir con su vida al salir del hospital con una prótesis, no volvió al restaurante, se ahogó en su dolor en su casa, donde se dedicaba a vivir y a regodearse en su sufrimiento durante meses hasta que el banco le echó de allí por impago, de ahí, deambuló de un lado a otro, metiéndose en peleas en bares de los cuales siempre le acababan echando.

- Ven conmigo. – Le dijo un hombre enorme de larga melena rubia y ojos fríos. – Aprovechemos esa ira que tienes.

Se trataba de un científico llamado Judge, un hombre muy adinerado que tenía una farmacéutica, que no conforme con eso, también creaba drogas que vendía en las calles del North Blue. Necesitaba hombres que no dudasen en hacer lo necesario por recibir los pagos de sus clientes. Él aceptó sin dudarlo, necesitaba descargar todo ese odio que sentía en sí mismo en otros.

Pasaron diez años desde aquel encuentro, se hizo tan despiadado que le llamaban "Aka Así" de toda la sangre que había acumulado en sus zapatos por apalizar y matar a todos aquellos que incumplían los plazos para pagar por la mercancía, hasta que un día Judge lo llamó a su despacho.

- Has hecho bien tu trabajo, Ziefnislev. – Hizo un gesto a su guardia personal para que abriese la puerta contigua – Es hora de darte uno nuevo.

Detrás de ella, apareció un niño de unos cuatro años, era rubio de ojos eran azules como el cielo, ambos se miraron con curiosidad, sin entender por qué estaban uno frente al otro.

- Su nombre es Sanji.

- ¿Sanji? – Repitió frunciendo levemente el ceño ante ese ridículo nombre.

- A partir de ahora te encargarás de entrenarlo.

- ¿Qué? – Eso sí que fue una sorpresa – No soy el adecuado para cuidar niños, no me gustan.

- Mejor, no quiero que lo cuides, quiero que le hagas fuerte. Digno de heredar el apellido Vinsmoke, para que cuando sea mayor, pueda encargarse de mis negocios.

Quiero que seas egoísta - Instituto One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora