XVII. TRAMPA PARA MONSTRUOS

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Entramos sigilosamente en la comisaría para recuperar nuestras cosas, las que habíamos comprado aquella mañana antes de la pelea y del arresto. No fue difícil, solo había un guardia demasiado ocupado escuchando la radio como para oírnos entrar.

Volvimos a meterlo todo en el maletero, junto con un extintor que Nancy había cogido, y Jonathan condujo hasta casa. Ahí, empezamos a preparar todo:

1. Pusimos las bombillas de las luces de Navidad en su sitio. Eso nos avisaría cuando el Demogorgon estuviera cerca.

2. Montamos la trampa. Acabé esta tarea dejando un rastro de gasolina y asegurándome de que el mechero funcionase bien.

3. Nancy puso a punto las armas.

4. Jonathan clavó unos clavos en el bate para hacerlo más "letal" y, por esa misma razón, más seguro para nosotros.

Entonces, tras todo eso, estuvimos listos al fin para ejecutar el plan. 

-¿Listas? - preguntó Jonathan, tras traer de la cocina tres cuchillos afilados. 

-Sí - respondió Nancy.

Jonathan le dio uno de los cuchillos. Iba a darme el otro, pero en seguida lo retiró.

-¡Jonathan Byers! - exclamé -. ¡Ya hemos tenido esta conversación, así que no pienso volver a repetirlo! ¡Dame el puto cuchillo!

Él obedeció.

-Mamá me va a matar - susurró, negando con la cabeza. 

-Yo sí que te voy a matar como vuelvas a dejarme de lado - aseguré.

-¿Recordamos el plan? - interrumpió Nancy.

-Nos cortamos, la sangre lo atrae, cuando las luces parpadeen corremos a la habitación de Will, con cuidado de no pisar la trampa y quedarnos sin pie, esperamos a que caiga el yoyó y… prendemos fuego al bicho ese - recité.

Nos pusimos los cuchillos sobre las palmas de la mano. La sangre me hervía, el corazón me iba a mil por hora. Sentía el frío del acero apoyado en mi mano. Aguanté la respiración. Contaron: "uno, dos". Gritaron "tres". Nos hicimos un corte que empezó a sangrar en abundancia. Me dolía, pero no me quejé; Jonathan me lo reprocharía y no volvería a dejarme participar en nada.

Nancy me lavó y me vendó la herida. En cuanto estuve, fui a sentarme al porche.

-Gritad cuando las luces… ya sabéis - pedí.

-¿Adónde vas? - me preguntó Jonathan.

-Fuera. Tengo calor.

Era de noche. No podían verse las estrellas, el cielo estaba nublado. Desde fuera, con la puerta abierta, oía la conversación de ambos.

-¿Está bien? - preguntó Nancy.

-Está nerviosa - respondió Jonathan -. Estar al aire libre la ayuda a calmarse.

-¿Deberíamos decirle algo? Aún está a tiempo de irse…

-No. Si ella quisiera irse, se iría. Pero no lo hará. Es muy valiente. Igual que mamá.

-Igual que todos vosotros. Los cuatro sois valientes, fuertes y listos. 

Dejé de escuchar. Un coche aparcó justo al lado del de Jonathan. Me levanté en el acto y casi entro en pánico al ver a Steve bajar. Cerré la puerta.

-Lárgate - ordené.

-T/n, por favor, no he venido a montar pelea.

-Me da igual, Steve. Por favor, vete.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora