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S I L V I A
Estuvo cerca de besarme. Lo había sentido en la energía que rebotaba a nuestro alrededor en el laboratorio. Había visto la forma en que sus ojos se acercaban a mis labios y luego volvían a mis ojos, como si estuviera pensando mucho en eso. Sabía que lo estaba haciendo. No había ninguna duda en mi mente sobre lo que Jorge sentía. Sí, Jorge. Era mi profesor cuando estaba sentada en su clase, pero lo iba a llamar Jorge fuera de ella. Bueno, técnicamente, no le hablaba fuera de la clase y nunca me había dado permiso para referirme a él tan informalmente, pero en mis fantasías, era la jefa. Podría llamarlo Jack si quisiera.
Empujé la puerta del dormitorio y encontré a Chris sentada en uno de los dos pequeños escritorios instalados en la pared de la habitación.
Parecía agotada.
—¿Ya? —pregunté.
Gimió.
—Odio las matemáticas. ¿Por qué tengo que saber matemáticas para ser una informática? —se quejó.
Me reí, dándole una palmadita en el hombro.
—Sabes que este año y el próximo van a estar cargados de matemáticas. Tienes una semana para cambiar de opinión y dejarte caer sin hacerte daño.
—No puedo caer. Tengo que hacer esto.
—Tengo una idea —dije, quitándome los zapatos y cayendo en la estrecha cama gemela que era la mía.
—¿Qué sería eso? ¿Helado?
—No. Una fiesta.
Se giró para mirarme, apretándose la nariz. —Una fiesta. ¿Cómo se supone que eso me ayudará a aprender esta mierda?
—No lo hará. Se supone que te ayuda a divertirte. Tal vez si salimos, tomamos un trago o dos y agitamos las cosas, te sentirás renovada e inspirada y lista para descubrir lo que sea que estés haciendo allí —sugerí.
—Realmente no me divierto en las fiestas. Ya lo sabes.
—Vamos, somos jóvenes. Estás en el tobogán de tus años de universidad. ¿No quieres tener algunos recuerdos que incluyan una fiesta salvaje y beber demasiado? —pregunté.
—No. Quiero tener recuerdos de haber obtenido mi licenciatura y sentirme realizada —respondió.
Me reí de su capacidad para mantenerse siempre centrada. Era una buena compañera de cuarto. Rara vez bebía o salía de fiesta, lo cual era bueno, pero también era un poco aburrido. A veces sólo quería soltarme el pelo y fingir que era una persona despreocupada.
—Por favor, acompáñame sólo para comprobarlo. Si es una tontería, volveremos a casa —rogué.