Silv
Me sentía miserable. Estaba convencida de que la muerte estaba llamando a la puerta. El sonido resonaba alrededor del tazón de porcelana donde mi cabeza parecía pasar mucho tiempo últimamente. Estaba enferma. Era el tercer día consecutivo que me despertaba sintiéndome bien y diez minutos más tarde estaba vomitando los sesos. No podía ignorar lo que podía ser. El primer día, lo atribuí a un virus que había cogido en alguna parte. El segundo día, excusé los vómitos como efectos residuales del virus, a pesar de que me había sentido bien el resto del día anterior.
Hoy, no se me ocurrió ninguna buena excusa que me engañara y me hiciera creer que no era lo que sabía que era. Estaba embarazada. Si no podía entender que estaba embarazada con los síntomas más simples, no tenía por qué intentar ser médico. Me las arreglé para ponerme de pie, con las piernas temblorosas al abrir el grifo y salpicarme agua fría en la cara antes de enjuagarme la boca.
Cuando abrí la puerta del baño, Chris estaba apoyada en la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras me miraba con el ceño fruncido.
-¿Estás bien? ¿Debería llevarte a la clínica del campus?
Sacudí la cabeza.
-No creo que puedan ayudarme -murmuré.
-¿Por qué no? Tal vez te contagiaste de ese virus que andaba por ahí hace unas semanas. Sabes que vivimos en una placa de Petri. Podrías tener neumonía o mononucleosis o cualquiera de las muchas cosas que se transmiten.
-No es contagioso -dije y me senté, la gravedad de mi situación me hacía difícil mantenerme en pie.
-¿Qué es lo que está mal? ¿Qué es? -preguntó, manteniendo una distancia segura de mí.
-Creo que podría estar embarazada -dije, sin mirarla.
Cuando no dijo nada inmediatamente, miré hacia arriba para ver la expresión de su cara y tener una idea de lo que estaba pensando. Se sorprendió, a juzgar por la expresión de su cara. Se sentó y me miró fijamente.
-No lo entiendo. ¿Cómo?
Ladeé la cabeza.
-¿Cómo? Chris, creo que sabes cómo -dije secamente.
-¡Pero tú lo sabes mejor! -Sentí que mi cara se quemaba mientras me sonrojaba.
-Lo sé. Fue una estupidez. Un médico me dijo que tuve síndrome poliquístico de ovario hace unos años. Supongo que pensé que mis posibilidades de quedar embarazada eran mínimas. Planeé usar un condón, pero luego pasaron cosas y ni siquiera pensé en usar nada.
-¿Qué pasa con él? ¿Por qué no lo hizo?
Me encogí de hombros.
-Tal vez pensó que estaba tomando la píldora o algo así.