S I L V I A
Mi cerebro no cooperaba con lo que le pedía. No podía entender uno de los conceptos que sabía que iba a estar en el próximo examen de biología. Había estado estudiando hasta que sentí que mis ojos empezaban a sangrar. No podía permitirme fallar o incluso obtener una C. Tenía que mantenerme por encima de un promedio de B, si quería obtener uno de los codiciados puestos en el programa de pre-medicina. Sólo el diez por ciento de los que se inscribían lograban entrar. Tenía que estar en ese diez por ciento. No era sólo por mí. Era para probar que mi padre y Jacob estaban equivocados. Quería que dieran un paso atrás y se sorprendieran de que tuviera lo necesario para tener éxito.
No iba a tener esa oportunidad si no hacía algo drástico y rápido. El profesor Salinas había dicho a nuestra clase que tendría horas de oficina abiertas para cualquiera que necesitara un poco de ayuda extra o tuviera preguntas sobre algo que había cubierto en el último mes. Tenía una pregunta, pero me daba un poco de vergüenza ir a su oficina. No podía recordar todo lo que había sucedido esa noche, pero estaba segura de que había hecho el ridículo.
Había sido un caballero y nunca dijo una palabra al respecto. Además estaba haciendo todo lo posible para fingir que nunca había sucedido, pero estaba allí. No importaba cuán avergonzada estaba de enfrentarlo, mi calificación era más importante que mi dignidad. Me prometí a mí misma que podría comportarme y no codiciarlo. Con suerte, habría otro estudiante en la oficina y no estaríamos totalmente solos.
Me recogí el cabello en un moño desordenado y agarré mi mochila antes de salir. Estaba muy nerviosa, pero tenía que hacerlo. Tenía que conseguir ayuda. Me di cuenta de que la puerta de su oficina estaba abierta, lo cual era una buena señal. Una puerta cerrada sería demasiado raro.
-¿Profesor Salinas?
Levantó la vista de donde estaba ocupado escribiendo en su portátil.
-Silv.
-Hola. Me preguntaba si tenías unos minutos. Estoy realmente luchando con parte del tema de la regeneración celular y me preguntaba si podrías ayudarme a intentar comprenderlo un poco mejor -dije en voz baja, sin poder mirarlo directamente.
-Claro, pasa -dijo, levantándose de su escritorio.
Se acercó al sofá de cuero beige y movió una pila de archivos al suelo, haciendo un gesto para que me sentara. Me senté, sintiéndome incómoda y excitada al mismo tiempo. Estar a solas con él era exactamente lo que había estado deseando desde que lo vi por primera vez, pero estar a solas después de lo que había pasado hacía un par de semanas, me estaba poniendo nerviosa.
-Gracias.
-Tengo una pizarra. Déjame limpiarla y trataré de explicarte un poco mejor. No eres la primera que ha venido a mí con el mismo problema. Me hace pensar que tengo que cambiar mis métodos de enseñanza -dijo con una sonrisa.