C a p í t u l o 18

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S I L V I A

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S I L V I A

Estaba pasando el mejor momento de mi vida. No pude recordar haber sido tan feliz. Jorge me hacía feliz. Me hizo sentir viva, como si finalmente viviera por primera vez en mis veintiún años. Me había reído más en la última semana que en toda mi vida, o al menos así se sentía. Me sentí completa y nunca quise que las vacaciones de invierno terminaran. Había pasado más tiempo en su casa que en mi dormitorio.

Esta noche, oficialmente íbamos a salir juntos. Era la primera vez que nos aventurábamos fuera de su casa. Había costado mucho convencerlo, pero finalmente había aceptado. Era la víspera de Año Nuevo y como muchos adultos, íbamos a salir a cenar, a bailar y a divertirnos.

Había comprado un nuevo vestido para la noche. Nuevo para mí. Era de una tienda de segunda mano cerca del campus. Me encantaba que los vestidos de cóctel estuvieran casi siempre como nuevos, incluso cuando estaban usados. A ninguna mujer le gusta usar un vestido de cóctel más de un par de veces, lo que siempre funciona muy bien para estudiantes pobres y con dificultades como yo.

Mientras me colocaba un poco de lápiz labial rojo, pensaba en cómo sería la próxima semana. Estaba acostumbrada a verlo todos los días y a dormir en sus brazos. No quería dormir sola. Me gustaba verlo todas las mañanas y compartir nuestro café juntos y pasar el rato sin hacer absolutamente nada.

-No pienses en eso ahora -me dije-. Esta noche se trata de disfrutar de lo que tienes, no de lo que podrías perder.

Comprobé la hora y me di cuenta de que me estaba retrasando.

Agarré mi abrigo y rápidamente me encogí de hombros mientras salía por la puerta. Ninguno de los dos nos sentíamos lo suficientemente valientes para que pasara por mi dormitorio a recogerme. Me reuní con él fuera del edificio. Salí al frente, el viento frío soplando la falda del vestido de lentejuelas rojas que llevaba puesto. Jorge salió de su modesto coche de cuatro puertas y me abrió la puerta del pasajero.

Nos saltamos el saludo habitual por si alguien nos reconocía. Me subí al auto y esperé a que entrara.

-Estás impresionante -dijo, alejándose de la acera.

-Gracias. Te ves bien, muy guapo -dije.

Se veía apuesto, de verdad. Llevaba un traje negro con una corbata blanca. Me sentí como una verdadera adulta. Sabía que muchos de mis compañeros probablemente ya estaban borrachos y en camino de vomitar o desmayarse en alguna fraternidad. Me sentí como si estuviera a la cabeza de ellos cuando nos dirigimos al restaurante de lujo donde Jorge había hecho la reserva.

Cuando llegamos al restaurante y había algo de distancia entre nosotros y el campus universitario, ambos nos relajamos. Aunque hablamos muy poco sobre cómo nuestra relación podía ser percibida por los demás, pude ver que no se sentía cómodo estando en público conmigo.

El Padre De Mi ExDonde viven las historias. Descúbrelo ahora