C a p í t u l o 33

299 12 0
                                    

J O R G E

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

J O R G E

No pude moverme. Si me movía, me iba a correr. Apenas había estado dentro de ella unos segundos cuando comenzó a llegar al clímax nuevamente. Su cuerpo apretó el mío, ordeñándome y haciendo increíblemente difícil luchar contra mi necesidad de dejarme ir.

-Maldición, nena. -susurré cuando su cuerpo se relajó.

-Tienes que hacer algo al respecto -Se rio entre dientes.

-¿En qué?

-Me pones demasiado caliente. No puedo detenerme -respondió ella.

-Oh, voy a estar trabajando en ello, pero no puedo decir que sea para que tengas menos orgasmos. Quiero que te quejes, rogándome que pare. -gruñí.

Ella se sacudió, su cuerpo apretándose a mí alrededor otra vez.

Apreté los dientes para luchar contra el clímax que se cernía demasiado cerca para mi comodidad.

-Hazme el amor -susurró.

-Lo haré, nena, lo haré -Prometí, dejando caer un beso en sus labios mientras movía mis caderas lentamente.

Podría hacerle el amor todo el día. Su cuerpo era perfecto. Todo sobre ella era perfecto. Me acunó en su interior, con su cuerpo acariciando, apretando y dándome más placer del que jamás había experimentado. Fue un asalto lento a mis nervios, quitando una capa tras otra hasta que estuve completamente desnudo y a su merced. Me gustaba estar a su merced.

Ella levantó sus caderas, apretando su pelvis contra mí.

-¡Joder! -grité, el cambio de posición me sobresaltó.

Fue un ataque furtivo. El pequeño movimiento me hizo sacudirme y derramarme dentro de ella. Su propio cuerpo lloró a mí alrededor, sosteniéndome fuerte mientras gritaba con otro poderoso orgasmo. Hice todo lo posible para mantener mi peso fuera de ella, atravesando una sensación violenta y luego otra hasta que mi cuerpo finalmente se relajó, devolviéndome el control de mis caderas. Rodé a un lado de ella y solo para estar seguro, puse la manta sobre nuestros cuerpos desnudos. No quería que su compañera de cuarto volviera y nos encontrara desnudos y jadeando.

La acerqué a mi lado, los dos nos apretamos por necesidad debido a la estrecha cama gemela.

-Sé que vine aquí como una apisonadora. Sé que, en última instancia, es tu elección lo que sucede a partir de ahora. Si no quieres estar conmigo, lo aceptaré. No puedo hacer que me ames, pero estaré en la vida de mi hijo -dije.

-No tienes que obligarme -murmuró, sus labios cerca de mi pecho desnudo.

-Viniste a mí esa noche y me dijiste que querías ver hasta dónde llegábamos. Me dijiste que querías ir despacio pero luego todo cambió y pasamos el resto del tiempo juntos. Quizás fui demasiado rápido. Entré fuerte y me disculpo. Simplemente, no sé, no puedo describir la conexión que siento contigo. No importa lo qué suceda, siempre me preocuparé por ti. Si decides que no sientes lo mismo por mí, lo entenderé. Todavía quiero que seamos amigos, pase lo que pase. Quiero que tengamos una buena relación por el bien de nuestro hijo -dije, no queriendo negociar sobre ese punto.

El Padre De Mi ExDonde viven las historias. Descúbrelo ahora