S I L V I A
Chris y yo estábamos enterradas en nuestros libros, mientras una canción de Pandora se escuchaba en el fondo, era una mezcla de la mejor música de los cuarenta con un poco de crossover rociado. Había estado tratando de concentrarme en lo que estaba leyendo, pero solo podía pensar en el latido del corazón que había escuchado ese día. Mi hijo tenía un latido fuerte y constante. Había querido desesperadamente compartirlo con Jorge. Quería que escuchara el sonido de nuestro bebé creciendo dentro de mí.
Según el médico, estaba de doce semanas. Eso me hizo saber que quedé embarazada la primera vez que tuvimos sexo. Estaba sana, el bebé estaba sano y había mucho de qué hablar, pero la única persona con la que quería hablar no estaba hablando conmigo. Chris se ofreció a ir conmigo, pero la rechacé cortésmente. Se sintió mal compartir ese momento con alguien que no fuera Jorge. Si él no podía estar allí, entonces iría yo sola.
Alguien llamó a la puerta. Me levanté para responder, esperando que alguien del salón nos pidiera que bajáramos la música, a pesar de que no era tan ruidosa. Las paredes eran delgadas en el dormitorio y el sonido las traspasaba.
-¿Jorge? -Lo miré sorprendida.
-Hola.
Me giré para mirar por encima del hombro a Chris. Me hizo un pequeño gesto con el pulgar hacia arriba.
-¿Qué está pasando? - pregunté, tratando de sonar casual.
-¿Podemos hablar? -preguntó.
Asentí antes de volver a mirar a Chris. Ya estaba cargando su mochila.
-Voy a la biblioteca. Envíame un mensaje de texto si necesitas algo -murmuró, deslizándose entre Jorge y yo y prácticamente corriendo por el pasillo.
-¿Quieres entrar o prefieres ir a algún lado? -pregunté, sabiendo que se sentía incómodo al estar en los dormitorios.
-Aquí está bien.
Abrí la puerta y le hice un gesto para que entrara. Me senté frente a él en la silla que Chris había desocupado recientemente. Quería preguntarle si estaba bien o no. Se veía cansado. Había círculos oscuros debajo de sus ojos y tenía un aire extraño sobre él.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-¿Cómo estuvo la cita? -preguntó.
No pude evitar sonreír.
-Estuvo bien. Escuche los latidos del corazón.
Vi la expresión de dolor en su rostro y me di cuenta de que estuvo mal decirlo. Fue como verter sal en la herida. Fue un hito enorme que le había robado.
-Bien -murmuró.
-Lo siento. -dije.
-Está bien. No lo sientas. Quiero hablar de qué vamos a hacer a partir de ahora. Todavía había un poco de esperanza en que acabáramos los dos juntos