J O R G E
Era Nochebuena, una fiesta que había llegado a temer más de lo que esperaba. Era una época del año que me recordaba todos los errores que había cometido en el curso de mi vida adulta. Esos errores me llevaron a estar solo en un día destinado a pasarla con la familia y amigos. Estar Ohio lejos de las personas de las que me había hecho amigo agravó esa sensación de vacío y me hizo sentir aún más solo en el mundo.
Me hizo pensar en todos los momentos especiales que me había perdido en los últimos veinte años. Nunca había tenido la alegría de ver los ojos de mi hijo iluminarse en la mañana de Navidad o de escuchar los sonidos de la emoción cuando miraba la montaña de regalos bajo el árbol.
Anhelaba eso, pero sabía que esos días ya habían pasado. Había una pequeña posibilidad de que tuviera la oportunidad de ver a mis nietos en la mañana de Navidad. Muy pocas.
Por ahora, iba a hacer lo que pudiera para seguir arreglando la ruptura entre mi hijo y yo. Le había enviado regalos todos los años, pero dudaba que Lana se los hubiera dado. Este año, iba a asegurarme de que recibiera el regalo o al menos, que lo tirara personalmente a la basura.
Sabía que se había ido para el descanso, pero quería que lo tuviera cuando volviera.
-Hola, profesor Salinas -me saludó uno de mis estudiantes.
-Hola, ¿qué estás haciendo aquí? -pregunté, sorprendido de verlo en el campus.
Se encogió de hombros.
-Algunos de nosotros nos quedamos por aquí.
Asentí, asumiendo que se debía a la falta de fondos para pagar el viaje de vuelta a casa. Me había pasado lo mismo durante mi tiempo en la universidad.
-Ya veo. Bueno, cuídate.
-¿Qué está haciendo aquí? ¿En el dormitorio? -preguntó con confusión.
-Oh, yo um, quería dejar algo para un estudiante. Iba a dejarlo en la sala de correo.
-¿Quién? -preguntó.
No había anunciado que tenía un hijo y sabía que Jacob no iba a gritar que era su padre desde los tejados. -Jacob Sanders.
-Oh, todavía está aquí. Desayunamos juntos esta mañana - anunció.
-¿Qué? ¿En serio?
-Sí. Está en su habitación, creo -me informó.
-Oh, gracias -murmuré, sorprendido de saber que no se había ido a casa.
Estaba ansioso por verlo. Rápidamente me excusé antes de subir las escaleras. Me quedé frente a su habitación, mirando la puerta cerrada y sintiendo de repente un ataque de miedo. No esperaba una cálida recepción, pero esperaba poder dar un pequeño paso adelante. No estaba seguro de poder soportar su frío rechazo en Nochebuena. No esperaba un milagro navideño, pero sería bueno dar un pequeño paso adelante en el arreglo de nuestra relación.