C a p í t u l o 31

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J O R G E

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J O R G E

Salí de clase sintiéndome deprimido. No había sido el mismo en los últimos días y tuve la sensación de que mis alumnos se habían dado cuenta.

Me faltaba entusiasmo y estaba de mal humor. No tenía ninguna tolerancia con los holgazanes y cuando me di cuenta de que se estaban apagando, les pedí que se fueran. Yo no era así de intransigente, pero no estaba de humor para lidiar con la mierda de nadie.

Todavía no creía que Silv hubiera planeado mantener a mi hijo en secreto. Sabía que el bebé era mío. Eso nunca se había cuestionado. Lo sabía, lo que significaba que ella también lo sabía. No podía usar la excusa de que no estaba segura o alguna mierda como esa. Estaba tan convencido de que era mío como de que pronto iba a llover. El profundo dolor que sentí por su desconfianza me incapacitó para reaccionar ante la noticia de su embarazo. No podía entender cómo había pensado tan mal de mí. No creo que sea una mala persona. Trabajé muy duro para no ser un imbécil, pero ahora, por segunda vez en mi vida, una mujer me declara incapaz de ser padre. No lo entiendo.

Estaba convencido de que habría guardado su secreto todo el tiempo que pudiera. Me pregunté qué tipo de excusa habría inventado para no verme más. Se iría a casa al final del trimestre y tendría a mi hijo y probablemente nunca volvería. No sabría que sería padre por segunda vez.

Ni siquiera sabría si tendría un niño o una niña.

A pesar de lo enfadado y herido que estaba por su traición, la extrañaba muchísimo. Me dolía el corazón por ella. Mi cuerpo anhelaba su toque. La quería y lo peor de todo es que pensaba que no me quería. Si lo hiciera, no habría hecho lo que hizo. Se lo había callado y había disfrutado

de un fin de semana fuera. Así quería iniciar nuestra relación. No quería que criásemos al bebe juntos. No quería que fuera su novio. Demonios, probablemente estaba avergonzada de que la vieran con un viejo como yo.

-Hola, parece que alguien acaba de atropellar a tu perro -dijo Gary Hollingsworth, un profesor que enseñaba al final del pasillo.

Parpadeé, mirándolo, sorprendido de no haberlo visto hasta ese momento.

-Estaba perdido en mis pensamientos.

-¿Todo bien? ¿Esos niños te están haciendo pasar un mal rato?

Miré al hombre con barba y cabello gris encrespado. Se parecía mucho a Santa.

-No, nada que no pueda manejar. Estaba pensando en los próximos trimestres.

Asintió.

-Cuando llegas a mi edad y has pasado por la locura de la mitad del trimestre unas cientos de veces, se vuelve como cualquier otro día. Creo que son los estudiantes los que se presionan tanto.

-Estoy de acuerdo, pero es una buena herramienta para descubrir cuánto han aprendido. Siempre siento que soy el que está siendo calificado -dije con una sonrisa forzada.

El Padre De Mi ExDonde viven las historias. Descúbrelo ahora