S I L V I A
—Estoy muy mal, pero que muy mal, ardiendo por el profesor —susurré en voz baja mientras caminaba por la acera al otro lado del campus.
Lo llevo mal. ¡El hombre es sexy! Capaz de mojarme las bragas con solo una mirada. Era mucho más mayor que yo, supongo, pero no parecía viejo. Parecía tener unos treinta y tantos años.
Dudaba que fuera más joven, pero estaba envejeciendo bien. Mejor que el buen vino, mucho mejor. Sabía que era completamente normal estar enamorada de un profesor. Había innumerables canciones e historias sobre eso. Era difícil no sentirse atraída por un hombre guapo que tenía encanto y carisma y el poder suficiente para hacerlo sexy.
Había sentido una conexión. Lo vi mirándome y tuve que preguntarme si sentía lo mismo. Puse los ojos en blanco, castigándome por esas ideas tan fantásticas. El tipo probablemente estaba casado con una mujer hermosa con dos niños y una casa perfecta. No había forma de que un hombre tan guapo estuviera soltero. Sólo podía esperar que una vez que terminara la universidad y trabajara como doctora, pudiera encontrar un hombre sexy y maduro como ese con el que sentar la cabeza.
No iba a dejarme atrapar por un enamoramiento que pusiera en peligro mis metas de patear traseros en biología y conseguir ese ingreso anticipado a la escuela de medicina. De ninguna manera. Iba a mantener mis ojos en el premio. El profesor McSexy sería un pequeño caramelo para la vista en mi camino a la línea de meta. Iba a tener que hacer un trabajo mucho mejor prestando atención en clase. Hoy me había perdido en un sueño mientras lo veía moverse y lo desnudaba con mis ojos. Aunque mi fantasía sobre el buen profesor estaba un poco en el lado de la clasificación para adultos de dos rombos. No tenía ninguna experiencia real con los hombres o el sexo. Sabía cómo era el cuerpo de un hombre desde un punto de vista clínico. Nunca había visto una erección en vivo y en persona, pero ya estaba asumiendo que el de mi sexy profesor sería grande.
—Oh —jadeé cuando casi caigo sobre Jacob—. ¿Qué estás haciendo? —pregunté, un poco frustrada y alarmada.
—Lo siento, no quise asustarte. Pensé en esperarte y ver cómo te fue en tu primera clase del nuevo año —dijo como si nada.
Dejé escapar un suspiro, miré los escalones que conducían al edificio donde estaba mi dormitorio y me di cuenta de que no me iba a escapar tan fácilmente. No quería ser mala con el chico. Después de todo, en un momento pensé que lo amaba. Habíamos roto hace sólo dos meses y habíamos prometido seguir siendo amigos. Los amigos se controlaban mutuamente.
—Estuvo bien —respondí.
—Te extraño —dijo Jacob.
Me recordé nuevamente que no podía ser mala con el chico.
—Sentémonos —murmuré, moviéndome al banco vacío fuera de mi pasillo.
—Hemos estado separados durante dos meses y he odiado cada minuto de ello. Nos pertenecemos el uno al otro. Todo en nosotros estaba bien —dijo, sentándose a mi lado y agarrando mi mano en la suya.