El ángel y el guardia.

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Antes de que la tierra se convirtiera en lo que conocemos en la actualidad era una enorme roca dividida en dos partes, las primera de ellas era gobernada por las fuerzas celestiales, angeles y dioses viviendo en completa armonía; en la otra mitad vivían los humanos, una raza cruel y enfadada; ambos reinos estaban en contantes conflictos, su odio era más fuerte que ninguna otra fuerza.

Las guerras y pelas eran el pan de cada día en ambos reinos, en una de sus luchas los humanos lograron capturar a un ángel, lo encerraron en uno de sus calabozos y pusieron de custodio a uno de sus mejores hombres.

— Es tu deber vigilarla, no puede salir de aquí por ningún motivo — le había dicho el jefe de los humanos, el guardia obedeció inmediatamente la orden.

Esa mañana fue llevado hasta los calabozos y la respiración comenzó a fallarle cuando miró al rehén de su reino; tal y como lo había dicho el jefe era un ángel, tenía unas alas resplandecientes y una esencia divina que iluminaba todo a su alrededor, el rostro sereno del ángel le ofreció una sonrisa amigable.

— Recuerda tu tarea — le habían dicho antes de dejarlo solo, el hombre se giró para así evitar mirarla y encomendarse a su tarea.

— ¿Cuando podré salir? — la voz del ángel era como musica para los oídos del guardia.

— No podrás hacerlo — respondió con voz molesta — eres un rehén de mi reino.

— ¿Que es ser un rehén? — el guardia pensó su respuesta unos minutos.

— Es estar capturada, no poder salir al mundo.

— Oh, eso es cruel, ¿Por qué es necesario privarme de las maravillas del reino humano? — finalmente él se giró hacia la celda, encontró al ángel sumamente cerca de los barrotes.

— En el mundo humano no hay maravillas — respondió dando unos pasos hacia atrás para continuar teniendo distancia.

— Yo no lo creo así, he espiado un poco, he roto las reglas de mi reino, los he mirado y se que si hay maravillas — dijo — he visto unas cosas que crecen del suelo y son de colores — el guardia la miró sin comprender — y he visto que aveces los hombres se las dan a las mujeres, aunque también las ponen junto a esas piedras para llorar.

— ¿Hablas de las flores?

— Flores — repitió ella — hasta su nombre es hermoso— comentó alegre — ¿Que son esas llamadas flores?

— ¿En tu reino no hay flores? — negó con la cabeza — ¿Hay plantas?

— ¿Plantas? ¿Que es eso? Tu reino parece más divertido que el mío — le informó — sobretodo porque aquí si existe la palabra con A.

— ¿Que palabra con A?

Amor — el ángel cubrió su boca con ambas manos como su temiera que la escucharan.

— ¿Amor? — cuestionó — si, supongo que si existe.

— ¿Y como es? ¿Es tan dulce como esos libros ilegales? ¿Es tan hermoso como esas pinturas prohibidas? — sostuvo los barrotes con emoción.

— No lo sé, el amor es solamente para altos mandos, no para guardias.

— Oh — se alejó un poco — ¿Y las flores están prohibidas para ti? Moriría por ver unas de cerca.

— ¿En serio no hay flores en tu reino? — ella negó — ¿Entonces que hay?

— Dioses, angeles y trubbles — dijo.

— ¿Trubbles? ¿Que es eso?

— Son unas cosas redondas que se comen, no saben muy bien — explicó — no hay muchas cosas en mi reino, los dioses dicen que todo nos lo han quitado ustedes.

Andando entre lobos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora