2- Hay cosas que no cambian, ¿o sí?

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Jake

Trabajar tantas horas seguidas, tantos días seguidos, drenaba toda mi energía. Convertirme en médico, en el médico que quería ser, uno de los mejores, no era tarea fácil, lo sabía muy bien; pero estaba haciendo todo lo posible para mantener el ritmo y conseguir mi meta.

Sin embargo, cuando vi que el reloj marcaba mi hora de salida, no pude evitar sentir un enorme alivio. Fui directo hasta los casilleros, busqué el mío y saqué mi bolso. No iba a cambiarme antes de salir, quería largarme cuanto antes, llegar a mi apartamento y tirarme de lleno en la cama. Estaba exhausto.

Por suerte, Melanie no estaba por ningún lugar cuando salí, de modo que no tuve que hacer esfuerzos para evitarla. No teníamos una relación seria, nos veíamos cuando la ocasión daba para ello. Lo irónico es que siempre terminábamos haciéndolo en el sala del hospital.

Después de mi relación con... ella, no pude volver a entablar nada serio. Mi corazón no estaba en ello, mi cabeza no estaba en ello. Decidí que lo mejor para mí sería no involucrarme con nadie, pues esa era la única forma de no terminar herido. Algo que no quería experimentar nunca más en mi vida.

Reacomodar mi vida después del secuestro y después de... ella, requirió de toda mi energía mental, lo cual me terminó drenando de tal forma que terminé en una gran depresión. A toda mi recuperación tuve que sumarle sesiones con un psiquiatra y antidepresivos para poder superarla, porque sí, todo resumía en ella.

Era a ella a quien soñaba en las noches y a quien veía durmiendo a mi lado, solo para despertarme y descubrir que había sido un maldito sueño o, mejor dicho, una maldita pesadilla.

Al principio me mantuve esperanzado de que en algún momento atendería mis llamadas o respondería mis mensajes. Luego comprobé que no, que ella no tenía ningún interés en mí y eso me sumió en una puta depresión.

En fin, había logrado superarlo, y desde ese momento me prometí no entregar mi corazón nunca más, a nadie más.

Todos mis encuentros eran casuales, de una noche y si te he visto, no me acuerdo. Fue la mejor forma que encontré para tener contacto con una mujer otra vez. De otra forma, no podía.

Afuera, el clima estaba horrible. Había empezado a llover y no tuve más remedio que empaparme hasta llegar a mi auto, el cual había dejado aparcado muy lejos de la entrada del hospital.

No veía la hora de llegar a casa. El cansancio acumulado empezaba a hacer que mis ojos se sintieran pesados. Por suerte, el nuevo apartamento donde alquilaba no estaba muy lejos del hospital y, siendo la hora que era, el tránsito era prácticamente nulo. La ciudad parecía otra cuando todos dormían, mucho más pacífica, lo cual hacía que mis pensamientos sonaran más fuerte, incluso cuando no quería.

Me apresuré a bajar del auto y entrar al edificio. Esta vez, teniendo un poco más de dinero en mis bolsillos, pude alquilar un lugar que sí contaba con elevador. Además, tenía un inquilino, mi hermano Logan había decidido mudarse a la ciudad; así que ahora vivíamos juntos, aunque por mis horarios apenas lo veía.

Son pasadas las seis de la mañana cuando entro al apartamento. Las primeras luces de la mañana se cuelan por las rendijas de los ventanales. Puedo escuchar desde la puerta de entrada los ronquidos de Logan, una de las grandes desventajas de vivir con él. Cuando acepté que se instalase conmigo no recodaba su problema con los ronquidos, y ahora que había vuelto a vivir con él, la mayoría de las veces que los dos estábamos en la casa, se convertía en un problema; como por ejemplo, ahora mismo.

Entré en su habitación y sin ningún tipo de culpa, lo moví con fuerza para el lado contrario. Era la única forma en que conseguía que dejase de roncar, y él ni siquiera se enteraba de que yo había estado en la habitación.

Casi Demasiado Complicado © (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora