1- Una nueva vida

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3 años después

Arabella

El sonido de la alarma taladrándome el cerebro por tercera vez me saca de mi ensoñación. Rayos. Me dormí otra vez. Shawn va a matarme.

Me levanto tan rápido como puedo, voy al baño y abro la ducha. Un baño de cinco minutos tendrá que ser suficiente. Ya voy tarde y se supone que debía estar ahí antes que nadie.

Me pongo lo primero que encuentro en el armario. La noche anterior llegué muerta de cansancio y no tuve tiempo de preparar un outfit para la ocasión. Jeans, un sweater, botas y un tapado son la opción elegida, algo sencillo y, básicamente, casi lo mismo que llevaba puesto la noche anterior. Por último, agarro un paraguas por las dudas.

El clima en Londres era completamente distinto a lo que estaba acostumbraba en Portland. Era imprevisible, y más de una vez me había empapado por uno de esos chaparrones que se iban tan rápido como habían llegado. Después de varias veces en las que terminé enferma por culpa de esas lluvias, decidí que ir prevenida era mejor que estar enferma.

Nunca me imaginé viviendo en un edificio, pero, de hecho, es lo único prácticamente disponible en la ciudad. Edificios de todos los tamaños y todos los gustos. El mío, era un edificio antiguo que había mantenido la mayoría de su fachada, aunque por dentro era todo moderno. No tenía muchos pisos, apenas cinco, y yo vivía en el quinto. Sí tenía elevador, pero esa mañana en particular no quería cruzarme con nadie, así que decidí bajar por las escaleras, también como un modo de terminar de despertarme.

Llegando a la planta baja, alcanzo a ver al portero del edificio, Sonny. Un hombrecito de unos cincuenta años, piel morena, cabello entrecano, y una sonrisa que podía iluminar cualquier espacio.

─¡Buenos días Arabella!

Sonny no era originario de Inglaterra. En realidad, había llegado al país desde Uganda. Vino con su esposa, Annet, a los pocos meses de haberse casado. Eso había sido hacía un poco más de treinta años. Ambos querían un mejor futuro, tanto para ellos como para los hijos que planeaban tener; y no le había ido para nada mal. Sus tres hijos ya estaban recibidos y cada uno había formado su propia familia. Me hizo pensar por un segundo fugaz en la familia que yo podría haber tenido, la que pudo ser.

─¡Sonny querido! ¡Buen día!

Me había encariñado mucho con Sonny. Era como una especie de figura paterna que me recibió con mucho cariño cuando llegué al país y no conocía a absolutamente nadie. Annet y él, nos acogieron a Ingrid y a mí y, al principio, pasábamos la mayoría de los días de la semana en el apartamento de ellos. Eso fue hasta que Ingrid llegó a un punto del embarazo en el que el doctor le aconsejó hacer reposo estricto. Así terminaron nuestras visitas a la casa de Sonny y Annet, aunque ese fue el inicio de la visita de ellos a nuestro apartamento.

─Veo que vienes apurada. ¿Te dormiste otra vez? ─su pregunta tenía un tono pícaro. Sonny sabía que muchas veces trabajaba hasta tarde y sí, la noche anterior no había sido la excepción.

─Estoy destruida Sonny. De verdad quería dormir un poco más, pero no puedo. Ya voy tarde. ¡Te veo luego! ¡Saludos a Annet!

Sonny me despidió con un movimiento de mano y yo salí corriendo en busca de un taxi.

Mi teléfono no había parado de vibrar, y a este punto sabía muy bien cuál era la razón. Odiaba llegar tarde pero, aunque atendiese, no había nada que pudiese hacer al respecto; así que opté por silenciarlo. Listo. No más distracciones.

Casi Demasiado Complicado © (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora