13- Lo que se oculta, no duele

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Jake

De más está decir que mi idea no fue bien recibida por Arabella, quien se negó rotundamente a ser parte de lo que le había propuesto.

─¿Sabes que lo que quieres que haga involucra a muchas personas más que solo a nosotros dos, verdad? ─espetó, con el entrecejo fruncido y mirándome con los ojos llenos de enfado.

Se cruzó de brazos, siguió mirándome con rabia, se dio la vuelta y salió de mi habitación, mientras yo escuchaba sus pasos alejándose.

Respiré un par de veces antes de actuar, porque lo que menos quería era iniciar una pelea con Arabella. Tan solo estaba buscando una solución para el maldito problema en el que nos habíamos metido.

Una vez que me sentí más centrado, fui directo por el pasillo hasta el living, donde la encontré sentada en el sillón, todavía con sus brazos cruzados, como una niña caprichosa.

─Lo entiendo perfectamente ─expresé en un tono monótono, aferrándome a mi respiración para no perder los estribos. Ella no levantó la mirada, así que di la vuelta y me senté en el mismo sillón, aunque a una distancia considerable─. ¿Podrías al menos mirarme?

Eso pareció llamar su atención y sacarla del capricho en el que se había sumido, porque ahora al menos me observaba fijamente.

─Bien. Te estoy mirando

─Vamos Arabella. ¿Por qué te comportas de esta manera? Tú no eres así. ─Si bien entendía por qué estaba molesta, no llegaba a comprender por qué se había cerrado de tal manera conmigo, cuando solo estaba tratando de ayudar.

Ella bajó la mirada y se concentró en el movimiento de sus dedos entrecruzados, como si estuviese tratando de calmarse.

─Perdón. Soy una estúpida por comportarme así. El problema soy yo.

Todavía con la cabeza gacha, unos sollozos se le escaparon. Deseaba acercarme para contenerla, pero decidí que lo mejor sería que ella terminara procesar lo que fuera qué le estaba sucediendo.

─Siento que mi vida es un desastre en este momento. Volví y todo se derrumbó, y te traje a mi desastre conmigo.

La miré anonadado. Quería consolarla, pero eso implicaría acercarme a ella y tocarla y, si lo hacía, no creía que sería capaz de soltarla.

─Mira, solo dame la oportunidad de hacer lo que te comenté. Monica no está aquí para ayudarnos en este momento y, para serte sincero, creo que esta bastante cansada de nosotros. ─Eso pareció causarle gracia, porque una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Arabella y, sin esperarlo, habló.

─En eso coincidimos. Creo que Monica ya no nos soporta.

Ambos lanzamos carcajadas ante el simple hecho de un comentario a expensas de Monica. Oh gracias Monica, tú siempre ayudando, incluso desde lejos.

─Escucha Ara, sé que lo que dije suena loco, pero si lo piensas bien, no lo es. En absoluto. ─Sus ojos se clavaron en los míos, como halcón a punto de atrapar a su presa.

─Podría besarte en este preciso momento.

Y ahí llegó algo que no me hubiese esperado en años, dejándome con la boca abierta y a ella tan tranquila, como si me hubiese dicho lo más casual del mundo.

No pude responder por unos segundos y es obvio que eso repercutió en ella. Se levantó y se sentó en el sillón opuesto a donde había estado antes.

─Perdón. Yo... ─alcancé a decir, antes de que ella me interrumpiera.

─Tú no tienes la culpa y no tienes por qué pedirme perdón. Soy yo quien debe controlarse y estoy haciendo un pésimo trabajo.

Se tomó la cabeza con ambas manos y se agachó para colocarla entre sus piernas. Podía escucharla sollozar, aunque estaba seguro de que trataba de hacerlo lo más silencioso posible.

Casi Demasiado Complicado © (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora