4- Fantasmas

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Jake

Verla provocó en mí un remolino de sentimientos y despertado cosas que creía que habían desaparecido, que creía haber sepultado.

Se veía distinta, demasiado. Su cabello ya no estaba tan largo y oscuro, como cuando la conocí. Estaba más delgada, el brillo de sus ojos no estaba y tenía ojeras pronunciadas debajo de sus ojos. ¿Qué te había pasado Ara? ¿Qué había sido de ti?

Mantenerme alejado de todo tipo de noticia sobre ella, fue la parte más difícil para mí, porque por más que quisiera hacerlo, ella estaba en todos lados: redes sociales, medios de comunicación usuales como la televisión, carteles enormes con publicidades que de vez en cuando ponían en alguna calle muy transitada. A sabiendas de todo eso, dejé de manejar mis redes, dejé de mirar televisión y dejé de pasar por las calles donde ponían esas carteleras.

Fue un trabajo muy difícil de mantener durante 3 años, peeo pronto se convirtió en parte de mi rutina, tanto que ya lo hacía de manera mecánica.

Ahora todo ese trabajo se había ido a la mierda en cuestión de segundos. Segundos en que la vi llegar y pronunciar mi nombre. Segundos en que no supe qué decir, qué responderle, segundos que se sintieron como horas.

De alguna manera logré recompenerme del shock en el que estaba, o el menos recomponerme lo suficiente como para decir algo.

─Ara... ─Sé que no era ni remotamente lo más inteligente para decir en un momento así, pero la sorpresa había sido muy grande. Además de que ya venía de una situación que me había dejado partido al medio.

Ella debió notar mi estupor, porque se acercó a mí con cautela.

─¿Qué haces aquí? ─su pregunta logró traerme de vuelta.

─Trabajo aquí ─respondí casi ofendido por no darse cuenta de algo tan obvio.

─Oh, lo siento. Yo no... No me di cuenta ─su voz fue bajando el tono a medida que pronunciaba las palabras. La había hecho sentir mal y no fue mi intención, por lo menos no al principio.

─No pasa nada ─repliqué tratando de restarle importancia─. Y tú, ¿qué haces aquí?

Ella levantó la mirada que había estado ocultando y pude notar las lágrimas formándose en sus bellos ojos color miel. Mi cuerpo hizo un ademán para acercarme, pero me contuve. No iba a invadir su espacio personal.

─Es mi padre... ─balbuceó mientras sacaba un pañuelo de su bolso y lo pasaba por sus mejillas para secar sus lágrimas.

Hubo un silencio entre nosotros. No sabía bien qué decir y traté de pensar en algo que pudiese hacerla sentir mejor, pero nada se me ocurría. Escupí lo primero que me salió y me arrepentí al instante.

─¿Quieres que te acompañe? El hospital es muy grande y puedes perderte.

Me había expuesto por voluntad propia a la posibilidad de su rechazo, una vez más. Me había convertido en un kamikaze, a la merced de su respuesta.

Pude ver la duda en su mirada, la indecisión ante mi pregunta. Estaba a punto de decirle que me iba, cuando ella empezó a hablar.

─Sí, te lo agradecería mucho.

Con un ademán le indiqué que ella pasara primero y yo la seguía unos pasos atrás. Exhalando el aire que había estado conteniendo.

Casi Demasiado Complicado © (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora