9. No vas a quedarte

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NATALIE

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NATALIE


Por tercera o cuarta vez en el día, a escasos centímetros de mí se encontraba esa aceitunada mirada. Mis ojos acabaron sobre su torso y fui plenamente consciente de que no llevaba camiseta, ni pantalones. Ni nada. Solo una toalla era lo que adornaba su cuerpo, envuelta a su cintura para dejar paso a la imaginación.

Las palabras aún no habían conseguido salir de mi boca cuando Dereck ya se había cruzado de brazos y me miraba con una expresión de lo más divertida en su rostro:

—¿Vas a ducharte? —dijo, como si nada.

Pestañeé varias veces.

Dereck estaba ahí, frente a mí. Casi desnudo. ¿Y actuando como si aquello no fuera raro? Era surrealista. Se sentía como si hubiese vuelto al pasado.

—No, la pregunta es... ¿te acabas de duchar tú? ¿En mi ducha? —cuestioné, aún petrificada.

Maldije al destino con todo mi ser, aquel día parecía haberme tomado manía y haber decidido hacerme una broma tras otra... en la universidad, la cafetería, ahora.

Y de nuevo, con tan solo volver a ver sentir esa sonrisa ladeada, su dichosa pregunta volvió a enardecer en mi interior. No se me borraba de la mente: ¿le había olvidado o no? A esa proximidad y en esas circunstancias me costaba pensar en una respuesta clara y tajante... lo único que mis sentidos conseguían hacer era repasar las facciones de ese limpio y perfecto rostro... y por no hablar de su musculado cuerpo.

Sus pecas estaban adornadas con pequeñas gotas que caían de su pelo oscuro y mojado... y el verde oliva de esos grandes iris resaltaba más que nunca bajo aquellos focos del baño. Luego, estaban sus labios... ligeramente hinchados, rosados. Un color que me recordaba demasiado a mi fruta favorita, las cerezas, las cuales casualmente acababa de tomarme como merienda.

Uf, ¿por qué estaba tan...? ¿Tan atractivo?

—¿Tú qué crees? —Se rio—. Ha sido de lo más relajante la verdad... y me ha traído muy buenos recuerdos.

De pronto se hizo paso por el hueco que había entre mi cuerpo y la puerta y yo simplemente me quedé paralizada, con las mejillas ardiendo ante tal comentario. Varios recuerdos sobre aquel baño y todos nuestros momentos también iluminaron mi mente, seguramente unos pensamientos muy parecidos a los que Dereck se refería, y estaba segura de que mi cara había pasado a ser un poema. Con los mofletes como estufas y rojos como tomares.

Dereck comenzó a andar por el pasillo, a su libre y completo albedrío... mientras que yo no tuve más remedio que seguirle como si fuera su sombra.

—Mejor déjate de tonterías y explícame de una vez qué mierda haces aquí —protesté tras él.

—¿Que qué hago? Darme una ducha, ya te lo he dicho —contestó burlesco.

Rodé los ojos, aun sabiendo que estaba de espaldas y no podía verme. Estaba graciosillo el tío, y debía admitir que me sorprendía bastante ver que estaba de mejor humor que hacía unas horas, no tenía nada que ver con el humor de perros con el que había salido de la cafetería.

Desde que Tú no Estás. © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora