Segunda parte de "Desde que Llegaste".
¿Qué pasa cuando te reencuentras con tu exnovio? ¿Y cuando te das cuenta de que, a pesar del daño, tu corazón sigue sintiendo por él?
Que nada sale como esperas y que todo vuelve a ser un caos.
(Sinopsis comple...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
DERECK
Después de mucho tiempo conteniendo esas dos sencillas palabras, se lo había dicho.
«Te quiero»
No había podido guardármelo más y, tras todo lo confesado esa tarde con respecto a mis sentimientos, era lo último que me quedaba por decirle. Así que me había envalentonado, me había quitado el miedo y se lo había dicho.
Y joder que si la quería.
Después de decirlo era como si se hubiese consolidado mucho más incluso. La quería tanto que me parecía irreal, como si fuese un sentimiento de otro planeta... y todo ¿por qué? Porque ya había podido experimentar su ausencia. Ya había podido sufrir que ella no estuviera en mi día a día y ahora tenía la plena certeza de que no quería volver a sentirlo. Jamás.
Me había hecho gracia escuchar que para ella los guardaespaldas eran sinónimo de poca intimidad... y, ahora que lo decía, no podía estar más de acuerdo. Si no hubiera sido por ellos, en más de una ocasión yo me hubiera deleitado más en todos y cada uno de nuestros besos y caricias.
Pero no. Había tenido que contenerme.
Aun con ello, que uno de los guardaespaldas se hubiera perdido entre la gente y ahora solo estuviera Gus vigilándonos a un metro y medio de nosotros, no me gustaba. Cuatro ojos veían mucho más que dos.
¿Y se puede saber qué le había pasado a Cooper? Le había mandado varios mensajes, todavía sin respuesta. Mientras, Gus no parecía alterado, sino que me tranquilizaba con la mirada cada vez que le interrogaba desde la distancia.
En fin... parecía que lo tenía todo controlado, así que traté de relajarme.
Decidí volver a focalizarme en Natalie, quien se había adelantado un poco de mis pasos para seguir husmeando en todos los puestos que se nos ponían por el camino. Las luces de neón repartidas por el lugar hacían que el ambiente fuera perfecto, en contraste con el cielo que ya estaba oscureciéndose en colores naranjas.
Sonreí, viendo cómo Nat miraba todo maravillada. Era igualita a una niña en medio de un parque o, al menos, tenía esa misma ilusión. Sonreía sin motivo, se sorprendía con los ojos cada vez que veía algo inusual y lo observaba todo... esperando encontrar alguna ganga o algo que la enamorase. Y también se mordía de vez en cuando el labio inferior, como si ello le ayudara a pensar. La conocía tanto que sabía qué significaba cada mueca o gesto suyo.
Era adorable y sexy a la vez. ¿Y la suerte que tenía yo de que ella me quisiera a mí? A mí, joder. A nadie más que a mí. Tenía que repetírmelo para creérmelo, pues de verdad había creído en verano que la había perdido para siempre.
En ese instante en que Nat aceleraba el ritmo para ir hacia un puesto concreto, de pronto un hombre se cruzó en mi camino, con apresuramiento, impidiéndome seguir con mis pasos. Llevaba dos batidos en mano, pero uno de ellos no sabía ni cómo terminó encima de mi camiseta, calándome entero.