22. Lucha Interior

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NATALIE

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NATALIE


Un viernes tarde, con el Presley's a reventar de clientela, con Maggie en el despacho haciendo gestiones, William en su puesto en cocina, yo en la barra y atendiendo mesas...

¿Y Dereck? Dereck sin venir.

Había pasado más de una hora desde que habíamos abierto y yo aún me encontraba sola en mi puesto. Se suponía que ese día Maggie le había pedido a Dereck que viniera al turno de las cinco, pero ya eran las seis y media y el chico de ojos verdes no se había dignado a aparecer.

Le había llamado varias veces y tampoco me lo había cogido, le había mandado mensajes... y estos seguían sin respuesta. Mis pensamientos, por tanto, ya estaban haciendo sus propias suposiciones: estaría en el negocio con Frank haciendo dios sabe qué, se habría quedado dormido tras una fuerte resaca o estaría emporrado con Marlon... eran miles las opciones. Otro pensamiento —y otra posibilidad muy viable— que me había venido a la mente y que había tratado de ignorar era que a lo mejor estaba con Jade, acostándose con ella o dándose el lote por ahí. Estaría tan ocupado con ella que no se habría dado cuenta de la hora que era.

Sacudí la cabeza para quitarme todos esos odiosos pensamientos, me estaban poniendo de muy mala uva.

Llené la bandeja de bebidas y, con apresuramiento, la llevé a una de las mesas. Me dolían las piernas de tanto andar y tenía claro que, si Dereck no aparecía pronto, ese esguince que ya se había curado... iba a reaparecer. ¿Cuántas vueltas habría dado ya por toda la cafetería?

Además, la actitud de William tampoco ayudaba a ver ese día de un mejor color.

William había adoptado una actitud un tanto infantil conmigo. Durante toda esa semana que nos había tocado trabajar juntos apenas habíamos intercambiado palabras, había estado muy distante conmigo, muy borde. Y en la universidad había sucedido lo mismo, se dedicaba a evitarme, a saltarse los almuerzos juntos con el resto del grupo y hacer como si yo no existiera.

¿Merecía algo así? No estaba segura. De lo único que estaba segura era que esa situación conseguía dolerme. Conseguía fastidiarme, pues, ante todo, William había sido un amigo para mí.

Ver que podía perderle por la única razón de haber sido sincera con él y conmigo misma había conseguido que me sintiera como una tremenda mierda... como si me hubiera equivocado o hubiera hecho algo horrible.

Toqué la campanita que había en la ventana que conectaba la cocina con la barra y entonces visualicé la cabellera naranja de William medio tapada por el gorro blanco de cocina. Estaba en la zona del frigorífico, sacando varios ingredientes.

—William... falta una comanda que pedí hace media hora. La de las patatas con bacon y queso —dije, tocando de nuevo la campanita para que supiera que estaba ahí, hablándole—. Los clientes ya se están quejando.

Desde que Tú no Estás. © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora