5. Amores que arden

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NATALIE

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NATALIE


Todo de mí se fundía de nervios. Era sábado por la tarde, el día de la inauguración en el restaurante y mi primer día de trabajo. Me encontraba ya junto a Maggie, disponiéndolo todo para que quedara perfecto antes de abrir las puertas a la clientela.

La abuela de Sean ya me había enseñado todo lo que tenía que saber; el funcionamiento de la caja expendedora, el menú del día, mis funciones... todo. Ahora solo quedaba ponerlo en práctica y dar lo mejor de mí para que ese día fuera perfecto.

Me estiré el delantal negro que tenía atado a mi cintura y me cercioré de que llevaba la pequeña placa plateada con mi nombre a un lado del polo granate que llevaba. Todo trabajador —por el momento solo Maggie y yo— debía llevar ese conjunto como uniforme: polo granate con falda o pantalón negro, así como el delantal y la placa. Esa vez, como era un día más especial, me decidí a llevar falda.

Los primeros clientes comenzaron a llegar, más pronto de lo que había esperado y en seguida sentí que esa bola de nervios acumulada en mi estómago cesaba con tan solo atender al primer cliente. Y poner el primer café. Algunos venían a recoger algo de merendar y después se iban vuelta a sus trabajos, y otros decidían quedarse un rato y coger mesa. En la segunda hora de trabajo, mi ánimo aumentó considerablemente al ver que mi grupo de amigos venía a hacerme una visita.

—Bienvenidos a Presley's House —les dije nada más pararme frente a ellos. Así era como debía recibir a todos los clientes.

Todos sonrieron en respuesta, mientras les conducía hacia su mesa. Habían venido casi todos: los primos Nielsen —Trevor y William—, mi hermano Tom, Sean y por supuesto mi mejor amiga Abby. Solo faltaba Susan que supuse que vendría más tarde.

—¿No os suena esta chica? —cuestionó Trevor con tono bromista, mirando a los demás.

—Me suena muchísimo —William respondió, de quien me alegró ver que su labio tenía mucho mejor aspecto que anoche. Ahora era un pequeño corte.

—Se parece mucho a mi compañera de piso, fíjate... Qué raro.

—Y a mi hermana, aunque creo que ella es más fea todavía.

—Perdona señorita, ¿te conocemos de algo? ¿cómo te llamas? —entró en el juego Abby.

No pude evitar reír ante aquellas tonterías y definitivamente me alegraba tenerlos ahí en un día como ese. Y sobre todo de tenerlos como amigos. Éramos un grupo tan peculiar y cada uno aportaba algo tan diferente que esperaba que, tras los años de universidad que nos quedaran, nuestra amistad no se fuera al traste.

Además, por el buen humor que presentaban todos, supuse que Thomas no se había ido de la lengua. La anterior noche no había tenido más remedio que contarle lo que había sucedido con Dereck y Marlon, pues mis dotes de la mentirijilla habían perdido fuelle. Él estaba por la labor de hacerles saber a todos que Dereck seguía en ese mundo, mientras que William estaba de acuerdo conmigo en que... quizás, no merecía la pena darles un disgusto más a los demás.

Desde que Tú no Estás. © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora