27. Mi mayor temor

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DERECK

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DERECK


Natalie pensaba irse a Seattle. Sola.

No sabía si esa idea me aliviaba al saber que se iba a alejar de todo este asunto o me ponía más nervioso aún. Pero a juzgar por cómo mis intrusivos pensamientos me llenaban de negatividad, la segunda opción ya ganaba por goleada a la primera.

No quería que se fuera sola, joder. Ni a Seattle, ni a ningún lado. Menos todavía después de que Adam me hubiera llamado con nuevas —y poco esperanzadoras— noticias. Así que, sí, llegados a ese punto no tenía más remedio que hacer uso de los servicios de Frank. Concretamente, de sus guardaespaldas.

—¿Un guardaespaldas de Frank? —cuestionó ella—. Ni de coña, Dereck.

—Nena... es solo por...

—¿Qué te ha dicho Adam? —me interrumpió con nerviosismo—. Porque está claro que hay algo que no me has contado.

Me pasé las manos por el pelo, frustrado.

No quería preocuparla de más, bastante tenía encima con lo suyo, ni tampoco quería que se metiese más en este tipo de asuntos... pero estaba claro que me había pillado. Sabía perfectamente que no se lo había contado todo.

—Ayer me enfangué hasta el cuello de problemas, merezco saberlo —insistió con determinación. Justo en ese momento entraron a la sala varios médicos, llevándose a alguien en una camilla—. Así que, o me lo dices, o no pienso ir escoltada por ninguno de los gorilas de Frank.

—Está bien —susurré a regañadientes, tomando su codo para llevármela a un sitio algo menos concurrido. De un segundo a otro la sala se había llenado de gente—. No me ha dicho nada bueno, ¿vale?

Salimos al pasillo y, aunque el lugar estuviera igual o incluso más atiborrado de gente que la sala de espera, sabía que nadie nos escucharía entre tanto ajetreo. La apoyé en la pared y la miré a los ojos.

—Campbell es un psicópata. La competición, su pelea conmigo, sus negocios propios... todo es como un juego para él y parece que nosotros hemos entrado de lleno en ese juego. No solo yo, sino que tú también ahora que te conoce ¿entiendes? Anoche estuvo intentando localizarnos durante horas y sabe demasiado de mí. Dios sabe la información que habrá conseguido de ti...

—¿Y cómo sabes... que...? —dijo en un hilo de voz. No terminó la frase y de un segundo a otro me arrepentí de habérselo dicho, podía ver el miedo reflejado en sus pupilas, joder.

—Adam tiene muchos contactos y sus hombres han estado vigilándole todo este tiempo.

No pude decir ni una palabra más cuando, de pronto, mi teléfono volvió a sonar y ambos pudimos ver el nombre de mi hermano en la pantalla del móvil.

—Ponlo en manos libres.

—Ni de coña.

—Quiero escucharlo, Dereck.

Desde que Tú no Estás. © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora