19. Más quisieras

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DERECK

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DERECK


—¿Natalie? —alcé levemente la voz—. Joder, Natalie... contesta. ¿Hola?

Me quedé mirando la pantalla de mi móvil, confuso. La llamada acababa de cortarse sin más, a mitad de lo que ella estaba diciendo, dejándome en ascuas. Ni siquiera estaba seguro de haber escuchado bien el lugar en el que estaba.

Con rapidez, pulsé para llamarla de nuevo, pero ni siquiera comunicó. Ni siquiera me puso en espera y mis alarmas saltaron cuando escuché la típica vocecita del contestador diciendo: "El móvil al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura".

Maldije para mis adentros.

Había dicho que se encontraba mal, que había sido una noche horrible. Y ese desasosiego en su voz... joder. Me había dejado demasiado preocupado, ¿que Natalie me llamara a mí? ¿Y ahora? Me parecía demasiado extraño. Y más todavía teniendo en cuenta que ella estaba acompañada... se suponía que estaba con Will, besuqueándose por ahí.

Algo había tenido que pasar y ya estaba preparándome mentalmente para buscarla hasta por la más recóndita de las esquinas de la discoteca, cuando el tío encargado de las apuestas me tendió el saco en la mano por fin.

Este no pesaba demasiado, pero a simple vista parecía tener más cantidad de dinero de la que me había imaginado. Aun así, ni siquiera lo abrí para contarlo, me era ya indiferente cuánta pasta habría ganado y ese asunto precisamente no era mi prioridad en estos momentos.

Antes de encaminarme hacia mis socios a entregarle el dinero al avaricioso de Frank, observé por el rabillo del ojo que el próximo en recoger lo recaudado en sus apuestas era el mismísimo Elijah.

No obstante, no pude ni llegar hasta a ellos cuando un siseo me hizo detenerme:

—Chs, chss... No tan deprisa, vaquero.

Me di media vuelta y me encontré con esos ojos de serpiente. Llevaba una sonrisa en su rostro tatuado, una de lo más burlesca que supe que se reía de mí, de algún modo.

—Buena carrera, tengo que admitirlo... —pronunció, lazando al aire su saco para aterrizar de nuevo en su mano—, pero en este mundo no solo sirve eso, también ayuda la fama para ganar dinero. Ya lo ves.

Miré desde la distancia su saco. Por desgracia, Elijah no solo se había llevado el porcentaje de aquellas apuestas que votaron por él sino de también de quienes me votaron a mí como primero o por cualquier otro contrincante. Y si yo hubiera ganado... ahora tendría en mi poder todo ese dinero; me hubiera llevado las de Elijah y las mías. Así que definitivamente había el doble de pasta que en mi saco, pero no me permití desanimarme. La competición de carreras no solo era un juego de destreza en el volante, sino también mental.

—La fama me la suda, tío, y lo demás también. Yo solo pienso en ganar hasta la última carrera.

—Pues por aquí dicen que eres el perro de Frank... ¿es eso cierto? —dijo socarrón, crispándome—. Viendo al viejo ese y luego a ti, me cuesta creerlo.

Desde que Tú no Estás. © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora