• Feelings •

Érase una leyenda.

El destino era cruelmente hermoso e impredecible.

Junto al destino, se ligaban la vida y la muerte. Siendo estas últimas las que estaban a la par; coexistiendo, muriendo, amando y llorando. El destino era cruel y ellos solo se querían amar.

Vida y muerte. Su amor no podía existir, pero el vínculo que sentían era más inmenso que el deseo de terminar con su idilio. La vida le daba regalos a la muerte, la muerte los cuidaba a todos.

Miguel se sintió muerto por dentro, pero Peter le devolvió la vida.

─ ¡Atrás, bestia! ¡Este templo solo puede ser pisado por alguien puro!

Quizás su encuentro no fue lo mejor forma de comenzar con su historia, con su amor. Quizás fue esa acción tan contradictoria entre su vocablo y su cuerpo temblando del miedo. Quizás solo sintió curiosidad. Quizás era lo que le hacía falta desde sus comienzos.

Él un demonio, sintiéndose como un humano enamorado. Miguel O'hara un gran líder Oni estaban cayendo bajo los efectos de un singular humano, quien era un sacerdote.

Su curiosidad solo fue en aumento con el pasar del tiempo.

Su extraña forma de ser, lo espontáneo que era y su sonrisa lo cautivo por completo. Absorbiendo cada parte de él, estando en cada trozo de su corazón y llenando cada pedazo de su mente.

Los días se hicieron años, los años suficientes para que ese torpe humano se dejara arrastrar a ese enloquecido amor.

─Quédate conmigo, Parker.

A todo lo largo de su relación hubo altibajos, buenos y malos momentos. Dudas y soluciones. Besos y maldiciones. Bromas y problemas. Y, aunque, muchos dirían que su relación no podría ser felicidad por sus distintos mundos.

Ambos seguían juntos.

Peter B Parker siempre supo que nada sería fácil y él estaba bien con eso. Todo lo bueno en la vida conllevaba tiempo, dedicación y esmero. Lo mejor siempre estaba bajo todo lo malo, buscando florecer ante las adversidades.

Miguel supuso que sería sencillo, siendo que no entendía a los humanos y su forma de vivir. Peter le hizo entender que si querían estar juntos, debían aprender a amar juntos. Tuvo equivocaciones, errores y problemas, pero siempre tuvo al castaño a su lado enseñándole.

Ambos se complementaban tan perfectamente que hasta los Dioses le tenían cierta envidia.

Los años fueron avanzando al igual que su amor crecía.

Cuando Peter le costó caminar unos cuantos pasos, Miguel supo todo lo que el tiempo había corrido fuera de su mundo de amor.

─Encontrare la forma. –dijo el Oni.

Haciendo que el viejo sacerdote negará.

─Mi momento de vivir se fue, Miguel. –tomo entre sus manos las garras del nombrado. El castaño sonrió, mientras que el de colmillos lo albergaba el dolor.

La tormenta de aflicción y angustia lo atosigaba a tal punto que se le dificultaba respirar.

─Todavía puedes. –sugirió abrumado de sensaciones.

En todos esos años, le enseñó muchas cosas, pero nunca a dejarlo ir.

─ ¿Me amas? –preguntó cerrando inconscientemente sus ojos.

Su pecho bajaba con menos frecuencia, su respiración disminuía de a poco.

─Demasiado. –afirmó con firmeza. Viendo como su pareja fallecía ante sus cristalizados ojos.

─Entonces, me dejarás ir si es así...

Soltando su última calada de aire, la mano del castaño cayó de sus garras.

Miguel se volvió a sentir muerto por dentro.

El destino era tan cruelmente bello e inevitable.