Promesa.

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─Doctor O'hara... ─llamo insistentemente su ayudante. ─Sé lo convocó hace rato a la reunión con los demás doctores.

La de bata blanquecina miraba con pena al moreno y al otro par.

─Solo dame unos minutos, ya iré a la reunión. ─imploro en baja voz, mirando la camilla donde reposaba una pelirroja.

Sin decir más nada, se retiró con los papeles del informe que el contrario tenía que firmar. Debía darle su espacio, todos, sin excepción alguna, en ese hospital estaban decaídos con la noticia de último momento.

Desgarrador para muchos, sobre todo al doctor a cargo. Era algo inevitable.

El de iris rojizo ingreso en silencio al lugar, temiendo despertar a su paciente. Hace días que no dormía como correspondía debido al dolor.

Ella se encontraba en un estado pálido y muy delicado. Su peso disminuyó en gran medida, dejando visible la piel pegada a sus huesos. Su característico cabello de color rojo era poco a comparación de antes, dejando espacios sin rellenar. Y debajo de sus ojos profundas ojeras.

A su lado, estaba el padre dormido. Quien tenía un cansino rostro, el dolor emocional y la preocupación se podían ver mediante esos pozos oscuros alrededor de sus ojos.

Ante eso, hizo una mueca de disgusto. Según tenía entendido, llevaba casi tres días que no se separaba de Mayday, su paciente. Esa pequeña que sufría de cáncer terminal.

Estaba en sus últimas etapas, debilitada por la enfermedad y por las dosis de medicamentos le costaba ingerir alimentos y líquidos afectándola más.

La brisa del exterior azotó el ventanal de la habitación despertando a la pequeña en el proceso. El moreno se acercó más, atrayente la atención de la menor. Siendo ya costumbre, le sonrió un poco antes de mirar a su padre.

Su pequeña mano apretó la de Peter, el brillo de sus ojos incremento con rapidez.

─Señor Miguel. ─artículo en baja voz.

─ ¿Sí?

Desde hace un par de meses que él se hizo cargo de su caso, en un principio sabía que no debió encariñarse con esa pequeña familia de dos. Nada de lo que hiciera solucionaba las cosas, lo sabía y aun así quiso ayudar a esa adorable niña de apenas siete años.

Era doloroso perder un paciente, más cuando eran niños pequeños esperanzados de vivir.

─Voy a morir.

Las crudas palabras que salían de la pequeña tomaron por sorpresa a Miguel.

Su idiosincrasia era muy distintivo de otros, incluso para el mexicano. Después de todo, tenía una gran sonrisa en su rostro

Ese acto hizo dolor su corazón, en todos sus años de trabajar en ese hospital y de afrontar situaciones difíciles... Se sentía vulnerable, sin suficiente fuerza ni poca moralidad para mentirle.

─Sí, May. ─musito sin mirarle.

─ ¿Podría hacerme una promesa? ─preguntó.

Un nudo se instaló en su garganta. ¿Prometer salvarle? ¿Qué no sufriera? ¿Jurarle que todo estaría bien? No importaba que dijese, solo sería mentirle.

─ ¿Qué cosa? ─incluso si no cumplía con su promesa, ella estaría más tranquila si le dijese que aceptaba.

May soltó a Peter, mirando fijamente al doctor.

─Papá estará solo y muy triste. ─soltó con aflicción, su labio inferior temblaba en medio de su habla. ─No quiero que este solo. Papá ya no tiene a mamá y yo me iré, no tiene a más nadie y usted es cercano a él. ¿Podría cuidarlo mientras no estoy? Prometo que yo lo cuidaré después. ─finalizo, volviendo a tomar la mano del castaño entre las suyas.

Años de profesionalidad se desaparecieron con sus palabras.

Nunca espero encontrarse en una situación así, nadie le enseño que hacer cuando algo así sucediera.

Era un médico que podía enfrentar distintas adversidades y cirugías de riesgo, pero no sabía qué decir o hacer ante aquello.

Ver al castaño dormido del agobio y a May sonriendo a pesar de querer llorar, lo armó de valor.

─Lo prometo. ─proclamó.

No era profesional lo que iba a hacer, no obstante, sería suficiente para callar y silenciar la incertidumbre del momento. Su mano se acopló a la de ellos, transmitiendo seguridad y otorgando sinceridad a sus palabras.

─Gracias, señor Miguel. ─agradeció con alegría, se sentía conforme con el resultado.

─Peter nunca estará solo, May.

Él se aseguraría de eso. Si no puede salvarla a ella, salvaría del precipicio de perdición al Parker mayor.




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Cada día más cerca del final. Os quiero.

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