Ciudad de Berlin, Alemania. 30 de Junio de 1.945
—¡No puedo dejarlos avanzar! Por favor, ¡no insistan! Es por su seguridad.
—Usted no entiende: Conocemos los riesgos, pero debemos trasladarnos hasta Cracovia. Buscamos a alguien y debemos intentar seguir la misma ruta que tomó...
—¡No puedo dejarlos avanzar!
Los soldados británicos permanecían inflexibles ante los ruegos de Gretchen y John Anderson para seguir su ruta. John, decidió apartarse unos minutos para encender un cigarrillo y pensar.
Gretchen estaba muy molesta, y al ver a John encender un cigarrillo y sentarse en una piedra; se sintió muy indignada:
—¿Eso es todo? ¿Hasta aquí llegamos...? ¿Y qué de Johann? ¿Se rindió ya? ¿Tan poco le duró el "amor"? —Le espetó Gretchen.
—¡No me hable a mí de "amor", Gretchen! ¿Acaso no olvida que regresé a este infierno sólo para encontrarlo? No me he dado por vencido ni pienso hacerlo; sólo me estoy fumando un cigarrillo. ¿Quiere que le aconseje algo? ¡Fúmese uno usted también!
Gretchen suspiró fastidiada, pero se calmó. Terminó sentándose a un lado de John, y este le extendió un cigarrillo. Ella se lo puso en la boca y él se lo encendió.
—No podía fumar cerca de Johann...—John recordó a su amado "nazi" —por su problema del asma. Él odiaba el humo del cigarrillo; me decía que le ardía la garganta de sólo sentir el humo. Y tampoco le gustaba el sabor de la nicotina, ni el olor que dejaba en la ropa. Solía reñirme mucho por eso...
—¿Qué vamos hacer John? Esto está plagado de soldados británicos, y no nos dejan avanzar al otro lado de la ciudad. —Le preguntó Gretchen.
—Mi abuelo tenía un dicho: "Siempre hay muchas formas de desollar a un gato". Lo sé, es un dicho horrible, pero no por eso es menos cierto. Quédese aquí.
John Anderson se levantó y se dirigió a un soldado que desde hace buen rato lo veía solo, y algo incómodo.
Al ver a John, el soldado disimuló y se paró muy firme.
—¿Qué desea?
—¿Fumas...? —Le preguntó John Anderson y le extendió un cigarro.
El soldado tomó el cigarrillo casi sin pensarlo. John le acercó fuego para que lo encendiera.
—Gracias...—Le respondió este.
—Necesitamos avanzar. Tenemos que cruzar al otro lado de la ciudad, pero tus "compañeros" no nos dejan. ¿Hay algún modo que podamos hacerlo?
El soldado británico miró a John y luego echó una mirada a Gretchen que seguía sentada en la piedra terminando su cigarrillo.
—El problema es "ella"... —Le respondió el soldado.
—¿Ella...?
—El otro lado de la ciudad de Berlín fue tomado por el Ejercito Rojo, los soviéticos. Ellos llegaron primero que nosotros a Berlín, y no tuvieron muchas "contemplaciones" con los soldados y civiles. De hecho... son horribles las cosas que hicieron.
—¿Qué cosas hicieron? —Le preguntó John al soldado.
Este caló profundo su cigarro, y miró hacia el cielo antes de responder.
—Violaron a todas las mujeres alemanas que encontraron. No importaba si eran niñas, viejas, monjas, si estaban heridas o muriendo. Incluso entraron a un hospital, y aun a las mujeres embarazadas las violaron. ¿Ya me entiende porque no les dejan pasar? Los rusos no tendrán contemplaciones con nadie, menos con su compañera. Lo matarán a usted, y luego harán lo que quieran con ella.
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"Nunca me digas Adiós"
Historical FictionUn amor imposible, Una fuerza imparable. Quien conociera a Johann Alexander Lehmann sabía de ante mano que no era alguien que se rindiera fácilmente ante las circunstancias. "Volar" Fue su sueño desde muy pequeño y aun cuando era un niño debil y enf...