La Noche de los Cuchillos Largos - 1° Parte

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Berlín, Alemania. 28 de Junio de 1.934

—Entonces... ¿Lo disfrutaste?

—Sí. Fue como justo lo esperaba. Sebastian se portó muy...dulce y no sentí casi dolor. De hecho creo que ya me siento menos incómodo cuando lo hacemos y lo disfruto más.

—¡Oh! ¡El primer amor! ¡Esos momentos tan especiales! ¡Trae esa botella de allá! Esto hay que celebrarlo, mi lindo Johann...

Johann estaba visitando a Dieter en su departamento, justo arriba del famoso cabaret ELDORADO. Para el menor de los Lehmann era la oportunidad de desahogarse con alguien de confianza sobre todas sus inquietudes. El alegre travesti al mismo tiempo se sentía feliz de aconsejarle y guiarle durante esa época de tanta represión a aquellos que amaban a sus iguales.

—Esta es una doble ocasión especial, mi Johann, ¿Sabes quién cumplirá años mañana? ¡Yo! Así que lo celebraremos hoy, ya que mañana no podrás estar aquí conmigo... Pondré música, ¡quiero bailar con mi jovencito favorito!

—¿Bailar? No soy muy bueno bailando...

—No te vayas a poner pesado y rígido como tu padre. ¿Sabías que él fue mi gran amor platónico? Tu padre era un hombre tan guapo y varonil en sus "veintitantos". Verlo entrar a un lugar con su impoluto uniforme y ese rostro tan divino... ¡Y tan aburrido! ¡Dios! ¡Terriblemente serio y amargado! No sé cómo enamoraría a tu madre, que en paz descanse.

—Mi padre siempre ha sido muy estricto, en eso tienes mucha razón.

—Pero tú...eres apuesto, varonil, tienes un hermoso porte...y eres dulce. Supongo que eso ultimo lo heredaste de tu madre. Ahora ven acá, ¡sácame a bailar!

Dieter encendió el tocadiscos y puso una alegre canción. Johann se acercó a él y le extendió la mano como si le invitara a bailar en una fiesta. Tomó al grueso travesti por la cintura con la derecha y con la mano izquierda tomó su mano y siguieron el ritmo de la música.

—Se conoce mucho a un hombre por la forma en la que baila. ¿Lo sabías? Bueno, yo he bailado con muchísimos hombres...y me he acostado con algunos más luego de bailar. Así que puedo decirte cómo eres...

—Dieter... ¡Debo ser terrible!

—¡Bailas bien, Johann! De hecho...te gusta dirigir, tomar el control. Me sujetas fuerte y me llevas con facilidad. Sentirte de esta forma me ha sorprendido gratamente, no eres pusilánime, eres muy decidido. Deberías creer un poco más en ti mismo y hallarás a un hombre muy distinto al que crees ser. Sabes, hasta podrías estar "arriba", ¿me entiendes lo que trato de decir?

—¿Arriba? ¡No creo que a Sebastian le guste...!

—¡Bah! Creen que van a dejar de ser hombres si se dejan penetrar... ¡Y luego que lo prueban les encanta!  Si, quizás no lo crees ahora, pero a medida que madures y vayas sacando toda esa fortaleza que hay en ti, mi niño, verás el hombre en el que te convertirás.

—¿Yo? Sólo soy torpe, Dieter. Y a veces me siento inseguro, ¿cómo puedo dirigir a alguien si no sé yo mismo a dónde voy?

—Si sabes lo que quieres, Johann, y tienes la fuerza para alcanzarlo. Quizás es que eres muy joven todavía pero está en ti, mi lindo niño, serás un gran hombre. —Dieter recostó su cabeza del hombro de Johann, con algo de melancolía. —¡Aprovecha cada momento de tu vida! Porque no sabes lo que pueda suceder mañana. La vida es corta, efímera y cuando te das cuenta ya se está terminando. Lo que te quedará al final son todos esos bellos recuerdos de los momentos que viviste.

—Ahora me siento feliz, Dieter. Amo a Sebastian, siento que haría cualquier cosa por él.

—Él te va a necesitar, Johann. Las cosas no pintan muy bien para nosotros los judíos aquí en Berlín. Tu chico es un judío, tienes que buscar la forma de protegerlo.

"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora