El chico de los ojos amarillos

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Puerto de Bremerhaven, Alemania. 12 de junio de 1945

El viaje fue largo y extenuante, cruzaron el Atlántico y entraron al fin al llamado Mar del Norte para alcanzar el puerto de Bremerhaven. Al llegar, encontraron una ciudad casi totalmente destruida por los bombarderos y tanques. Se encontraba ocupada por las tropas norteamericanas que habían solicitado a los ingleses la administración de este puerto. Alemania ahora estaba dividida en 4 territorios, cada uno de ellos bajo la ocupación de uno de los ejércitos aliados victoriosos: Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia y Francia cada uno tomó su parte del pastel según los límites que se habían acordado en las conferencias de sus líderes durante la guerra.

—¿Impresionada? —John Anderson notó el semblante de angustia de Gretchen Lehmann al ver las ruinas de lo que antiguamente fue un pintoresco puerto pesquero y comercial.

—Recuerdo como si fuera ayer, cuando desde este mismo puerto partí hace doce años a Estados Unidos con mi esposo. Ahora sólo veo polvo, piedras y escombros de lo que antes era un hermoso lugar.

—Luego del desembarque en Normandía, la mayoría de los poblados y ciudades cercanos a la costa fueron completamente destruidos. Los civiles muertos fueron demasiados. La iniciativa era tomar por sorpresa las fortalezas armadas de los nazis, pero esto no permitió que los civiles inocentes fuesen alertados y muy pocos lograron escapar.

Jhon Anderson tomó su cámara Speed Graphic y a través del lente de esta observaba absorto la expresión de angustia de Gretchen Lehmann. Aquel rostro atónito e inmutado por la devastación que contemplaba, fue captado por el inquieto fotógrafo.

—¿Me tomó una fotografía? —Gretchen se sorprendió al sentir el sonido de la cámara.

—Lo siento, debí pedirle permiso. Pero hubiera arruinado la oportunidad de captar su expresión.

—No se preocupe, supongo que para un fotógrafo es una inevitable costumbre.

El joven reportero se colgó su cámara de un lado y cargó su equipaje y el de la dama. Se sentía feliz de tomar su primera fotografía post-guerra y justo de la mujer de quien tantas veces escuchó mencionar de labios del propio Johann. La señora Gretchen Lehmann tenía en ese momento treinta y seis años, era una mujer madura y hermosa. Podía reconocer en ella muchos rasgos similares a los de su hermano, en especial aquellos intensos ojos azules.

—¿Usted también fotografió a Johann alguna vez?

—Muchas veces. La mayoría fue para mantener aquel "teatro" que interpretábamos para despistar a la Gestapo, aunque en muchas oportunidades le fotografié porque me gustaba hacerlo. Pero Johann me obligaba a destruir los negativos por temor a que pudieran caer en manos de las autoridades.

—¿Entonces no conservó ninguna fotografía de él? Me hubiera encantado ver al menos una...

—Sí, si tengo una. Es una fotografía oficial y la guardo con otras similares, de esta forma pasa desapercibida en mi material.

John se detuvo. Abrió el morral de cuero donde guardaba sus documentos personales, extrajo un paquete de fotografías y entre estas tomó una y se la mostró a la dama.

—Esta fotografía se la tomé a principios de este año.

—Esta fotografía se la tomé a principios de este año

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"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora