¿Cuántas "Gretchen" hay en New York?

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Nueva York, 20 de Mayo de 1945

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Nueva York, 20 de Mayo de 1945

El joven periodista nuevamente revisó la larga lista para asegurarse de haber tachado los nombres correctamente. Parecía que el otoño se hubiese adelantado, la mañana era muy fría a pesar de ser casi medio día.

El papel estaba tan arrugado y maltrecho que seguramente tendría que volver a copiar aquella importante lista de nombres en un nuevo papel. Sacó un cigarrillo de su vieja chaqueta de cuero marrón y lo encendió mientras veía a la gente pasar frente a él. En una esquina un muchacho vendía montones de ejemplares del "New York Times", las personas querían enterarse de los últimos acontecimientos con respecto al tan ansiado final de aquella cruenta y terrible guerra. Apenas y comenzaban a develarse las atrocidades cometidas por la Alemania Nazi. Norteamérica se enteraba de los terribles actos de crueldad cometidos en los llamados Campos de Concentración, los más de doce millones de muertos del llamado Holocausto judío y todas las víctimas inocentes que sufrieron en nombre de los ideales del Tercer Reich.

—¡Vaya mierda! —exclamó en voz alta el joven mientras se levantaba del frio banco de cemento de aquella plaza.

Después de revisar la lista, se detuvo frente a un bonito edificio sobre la popular tienda "Sears". Aprovechó que una pareja de ancianos salía del lugar para ingresar. Releyó nuevamente el piso y el número del departamento:

—Piso cinco, departamento dieciséis... ¡Que sea este! ¡Jesucristo! ¡Tiene que ser este! ¡Nunca pensé que hubiera tantas "Gretchen" en New York!

Ya tenía más de veinticinco "Gretchen" tachadas en aquella arrugada lista. Se aproximó ansioso hasta la puerta del departamento dieciséis y tocó el timbre. A los pocos minutos una anciana abrió la puerta. Esta miraba al desaliñado joven algo desconcertada.

—¿En qué puedo ayudarlo?

—¡Buenas tardes! Estoy buscando a la señora Gretchen Lehmann.

—¿Lehmann? Quizás esté equivocado joven, la señora Gretchen se apellida "Miller".

—Es posible que ella esté usando su apellido de casada. ¿Es ella de origen alemán? ¿Podría hablar con la señora Gretchen?

Mientras aun dialogaba con la anciana, una hermosa mujer de enormes e intensos ojos azules se acercó curiosa a la entrada para enterarse de quién se trataba. Al verla, el joven periodista no tuvo la menor duda que al fin había encontrado a "su Gretchen".

—¡Usted! ¡Usted es Gretchen Lehmann! ¿No es así?

—¿Quién es usted? —La mujer respondió con seriedad al escuchar ese nombre.

—¡Por favor! ¡No sienta temor de mí! Necesito hablar con usted, soy amigo de su hermano. ¿Es usted la hermana de Johann, verdad? Sus ojos son idénticos, no me cabe la menor duda que debe ser usted la persona que busco.

—Usted está equivocado. No sé a qué se refiere, soy norteamericana.

—Comprendo que pueda sentirse amenazada. Su hermano me lo advirtió, me dijo que si usted dudaba le dijera lo siguiente: "Si me amas de verdad, nunca me digas adiós"

Al escuchar aquello, la joven se estremeció. Se dirigió a la anciana que comenzó a preocuparse con la actitud de su patrona.

—Agnes, ve con los niños. No te preocupes, yo atenderé al caballero.

—¿Está todo bien, señora Gretchen?

—Sí, haz lo que te digo.

Al retirarse la anciana, la mujer dejó pasar al joven. Le invitó a tomar asiento en la acogedora y muy bien decorada sala de estar.

—Disculpe mi aspecto, sé que podría parecerle casi un mendigo, pero soy periodista. Mi nombre es John Christopher Anderson y no se imagina todo lo que he pasado para encontrarla.

—Dice que es amigo de mi hermano... ¿Él...dónde está? ¿Acaso...?

—La última vez que lo vi estaba con vida. Me hizo jurarle que la encontraría, quería que usted recibiera esto.

El joven le acercó un paquete atado con un fino cordel rojo, contenía más de una veintena de cartas. La mujer tomó aquel paquete profundamente conmovida. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras intentaba en vano contenerlas.

—¿Cuándo fue la última vez que lo vio? ¿Dónde estaba?

—A finales de Abril. Estaba en su residencia, en Berlín. Habíamos fraguado un plan para escapar. Tenía un salvoconducto para traerlo a Estados Unidos, pero a última hora él se negó a venir. Prácticamente me obligó a abandonarlo y en su lugar traje a un grupo de refugiados judíos que escondía en su casa.

—¿Por qué no quiso venir? —exclamó consternada la mujer.

—Porque quería rescatar a alguien que habían trasladado a Auschwitz. Por más que le rogué, no pude convencerlo de que se viniera conmigo.

Al recordar aquel momento, al joven se le hizo un nudo en la garganta. Se sentía culpable por su suerte, por no haber hecho algo más para convencerlo de abandonar aquella idea suicida. Pero Johann era incontenible, una vez que algo se le metía en la cabeza nada ni nadie podía hacerle cambiar de parecer.

El joven periodista se levantó de su asiento, había cumplido su palabra, había encontrado a Gretchen Lehmann.

—¡Espere! ¿A dónde va? No tiene por qué irse tan pronto. ¡Por favor! ¡Quédese a cenar! Hay muchas preguntas que deseo hacerle.

—Supongo que esas cartas serán más que suficientes para responder sus inquietudes. Me siento feliz de haberla conocido luego de escuchar a Johann hablar tanto de usted. Pero necesito ir a la embajada y encontrar la forma de regresar a Alemania. Necesito saber qué sucedió con él. De alguna forma tengo que hallarlo.

—Entonces con más razón, quédese. Mi esposo es un político influyente, tiene contactos y puede ayudarle con los trámites. De lo contrario le será imposible hacerlo por su cuenta, ningún civil norteamericano puede viajar hasta Alemania en este momento dada la crítica e inestable situación en la que se encuentra mi país.

El joven entonces asintió y tomó asiento nuevamente. Lo que ella decía era muy cierto, si desea regresar necesitaría ayuda. Su mera credencial de Corresponsal de Guerra no era suficiente para que le permitieran viajar en ese momento. Pero aun así se sentía desesperado, su corazón no podía soportar ya la angustia de permanecer un día más sin tener la más remota idea de cuál fue el destino de Johann Lehmann.


CONTINUARÁ...


Fotografía: Festejos por el fin de la guerra y rendimiento de las tropas nazis. 07 de Mayo de 1945, Times Square, Manhattan, New York.

"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora