Recogiendo los pedazos de mi corazón

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—Teniente Faust...

—¡SS-Obersturmführer! ¡Ese es mi rango! Es hora que el personal aprenda a dirigirse correctamente a sus superiores.

—Mis disculpas, SS-Obersturmführer.

—¿Aún no expiden el acta de defunción? Los familiares están impacientes esperando el cuerpo para prepararlo para su funeral.

El médico forense Franz Scheidemann respiró profundo y se acomodó las gafas antes de responderle al teniente Oswald Faust.

—No podemos entregarles el cuerpo aun, señor. Es necesario que se abra una investigación.

—¿Investigación? ¿Por la muerte de un anciano?

El forense hizo una seña a su asistente y este cerró la puerta, dentro de esa pequeña oficina de la morgue del hospital militar Beelitz-Heilstäten, sólo estaban presentes el jefe de la morgue el doctor Scheidemann, su asistente, el teniente Faust y dos oficiales de SS subalternos de este. El forense se acercó hasta su escritorio y tomó el informe de la autopsia que él mismo realizó y se lo extendió a Faust. Este lo leyó en voz baja.

—¿Dice usted aquí que el coronel fue asesinado? —preguntó el Teniente Faust muy serio.

—El fallecimiento se produjo por un traumatismo profundo, tuvo que ser producto de un golpe penetrante o una presión muy fuerte, que provocó que se rompieran los cartílagos resultando en un aplastamiento o hundimiento de la tráquea y por consiguiente la muerte por asfixia. Esto no fue una lesión accidental ya que la zona de la laringe muy difícilmente se afecta por una caída o contusión leve. Fue una muerte provocada, un homicidio. Es necesario notificar el hecho a las autoridades pertinentes.

—¡Ya lo hizo! Yo soy la "autoridad pertinente".

Entonces el teniente Oswald Faust sujetó el informe frente al jefe forense y comenzó a romper la hoja de papel en muchos pedazos.

—¿Pero qué está haciendo...?

—Usted no va a presentar este informe a nadie, va a redactar inmediatamente uno nuevo, uno que no tenga errores.

—No cometí ningún en ese informe. Ese hombre fue asesinado.

El teniente Faust se acercó al escritorio. Tomó una planilla en blanco y un bolígrafo y lo extendió al jefe forense:

—El coronel Heinrich Lehmann era un hombre de casi ochenta años, tenía muchas dolencias, su corazón era débil y tenía una prescripción médica que le mantenía con vida. Pero esa mañana su corazón ya no resistió y murió de un paro cardíaco. ¡Una lamentable perdida! Usted, con su conocimiento médico puede explicarlo mucho mejor que yo...

—¿Quiere que rehaga mi informe para explicar que murió de causas naturales? ¿Quiere que mienta?

—No, no quiero que mienta, doctor Scheidemann. Por el contrario quiero que diga la verdad: Lo que un oficial de la Schutzstaffel le ordene decir, siempre será la única verdad. ¿Me comprende?

El teniente Faust puso en la mano del jefe forense el bolígrafo y le extendió la planilla. Obviamente el doctor Scheidemann sabía que no tenía otra opción más que obedecer las órdenes del oficial de la temida SS. Así que tomó la planilla y comenzó a llenarla cambiando la versión de la muerte de Heinrich Lehmann a "fallecimiento debido a una falla cardíaca".

Bernadette, frente al ataúd de su padre, lucía un elegante vestido y un sombrero Jemima, con un velo de blonda negra que cubría su rostro. Los asistentes se acercaban a ella para darle el pésame y ella les respondía con mucha educación. Importantes personalidades de la aristocracia prusiana berlinesa estaban presentes en el funeral, el cual se realizó en la capilla de la iglesia evangélica luterana Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, coloquialmente conocida como Gedächtniskirche ("Iglesia del recuerdo"), que se halla en la plaza Breitscheidplatz, junto a la avenida de Kurfürstendamm en Charlottenburg en Berlín.

"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora