Un Reportero en Aprietos

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—¡Un verdadero placer conocerle señor Miller!

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—¡Un verdadero placer conocerle señor Miller!

—¡El placer es mío! ¡Llámeme Robert, por favor! Eso de las formalidades no va mucho conmigo.

Se sentaron de manera cordial a la mesa. El joven reportero se sentía algo cohibido ante aquella cálida reunión familiar, Gretchen Lehmann había mandado a preparar una exquisita cena para el invitado. Estaban reunidos en la mesa dispuestos a disfrutar de aquella velada junto a sus dos pequeños hijos y su esposo.

—Mi esposa me contó que usted es un gran amigo de su hermano. Le conocí, pero apenas era todavía un crío la última vez que vi a Johann. Trabajaba en ese tiempo para una importante empresa en Munich, allí conocí a Gretchen y me cautivó con esos hermosos ojos y dulce sonrisa. Tiempo después nos casamos y por motivos de trabajo regresamos a América.

—En realidad lo único que conocíamos sobre el régimen de Hitler era la información que provenía de los medios y lo que Johann me informaba a través de sus cartas, hasta que estas cesaron. No se imagina lo que significó para mí perder toda comunicación con él. Después todo se hizo más difícil, no hay gente más odiada en este país que un alemán, tuve que esconder mi nacionalidad, hasta nos cambiamos de ciudad y comenzamos prácticamente de cero. No volví a usar mi apellido de soltera. Me tocó resignarme a esperar que de alguna manera él lograse comunicarse conmigo.

—Señora Gretchen, me consta que el cariño que su hermano le tenía era muy grande, siempre me hablaba de usted. Supongo que para él también fue difícil no poder seguir en contacto, pero la SS era un organismo implacable, si hubieran descubierto que él tenía nexos con algún estadounidense, así fuera un familiar, se hubiera visto envuelto en un gran problema. Pero supongo que tenía la esperanza de encontrar alguna forma de hacerle llegar toda esa correspondencia que escribió, él siempre hallaba una manera de salirse con la suya y así fue.

—Mamá... ¿El tío Johann está vivo? —La pequeña Edwina no aguantó la curiosidad.

—Esperamos que así sea, cariño.

—¿Pero él es un nazi? En mi escuela dicen que todos los nazis son malvados. 

Charles, de nueve años era el mayor de los hijos de la familia Miller. Su hermana Edwina contaba con apenas siete años. John le sonrió, estaba justo a su lado en la mesa.

—¿Eres Charles, no es así?

—Sí.

—Ciertamente los nazi cometieron muchos actos malvados, pero no todos eran unos villanos, hubo algunos que se opusieron al régimen de Hitler e hicieron todo lo posible para detenerlo y salvar a mucha gente inocente. Tu tío fue uno de ellos, es todo un héroe. De hecho él salvó mi vida en más de una ocasión. Ahora me toca ir a salvarlo a él y traerlo con su familia. 

—Por cierto, mañana me reuniré con algunos amigos influyentes que creo pueden ayudarnos a solicitar un permiso especial para que pueda regresar a Alemania. Voy a necesitar su pasaporte y todas sus acreditaciones como Corresponsal de Guerra. — intervino Robert Miller.

"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora