"Der Rote Baron"

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—¡Viste Eso! ¡Viste eso, abuelo! ¡Es increíble!

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—¡Viste Eso! ¡Viste eso, abuelo! ¡Es increíble!

Johann miraba emocionado las proezas de los pilotos del famoso "escuadrón suicida", apodo que llevaban con mucho orgullo los que piloteaban los cazas de guerra. Entre ellos su nuevo amigo Karl Bohm Hertz, quien a pesar de su corta edad, se había ganado el puesto merecidamente por su excepcional habilidad como piloto de pruebas.

—¡Quiero ser piloto! ¡Tengo que serlo! Algún día tengo que estar en el aire y hacer cosas como esas...—El corazón de Johann latía con fuerza en su pecho al ver aquel espectáculo en el aire.

—Lo serás, Johann. Estará allí haciendo cosas todavía más sorprendentes que esas, estoy seguro.

Su abuelo sonreía mientras veía al chico con la vista fija en el cielo. Heinrich Lehmann también fue un consagrado piloto en su juventud, hubiese deseado que su hijo Erich siguiera sus pasos, pero aun cuando este entró al servicio militar, no se enroló en la Luftstreitkräfte sino en la infantería; ya que nunca le agradó la idea de volar. Johann, por el contrario, anhelaba con toda su alma ser piloto y este sueño no dejaba de ser alimentado por las palabras de su abuelo.

Una vez que terminó la exhibición aérea, Johann y su abuelo se dirigieron hasta el lugar donde ya estaba la puesta en escena del mítico avión triplano Fokker rojo, el ultimo modelo que voló el héroe conmemorado: Manfred von Richthoffen, mejor conocido como "El Barón Rojo". Juntos, el joven y el anciano posaron al lado del triplano, en un momento que se atesoraría en una memorable fotografía. El canciller Adolf Hitler había ordenado a un equipo experimentado la reconstrucción de la aeronave, que sería exhibida a partir de ese día en el edificio sede de la Luftwaffe como una especie de reliquia para el pueblo alemán.

—¡Jamás pensé que volvería a ver este avión en una sola pieza! —. Exclamó el abuelo muy asombrado de la reconstrucción.

—¿Sorprendido, Heinrich? ¡Hitler haría exhumar el cadáver del mismísimo "Barón Rojo" y lo montaría en su avión con tal de hacer proselitismo político! Yo ya perdí mi capacidad de asombro hace mucho tiempo...

El abuelo de Johann volteó y abrazó con mucho cariño a su viejo amigo, el también veterano Garin Beckenbauer.

—¿Tenemos algún lugar a donde hablar en privado unos minutos?

—Sígueme. —Le dijo su amigo.

—Johann, necesito hablar en privado con Garin, volveré en unos minutos.

—Abuelo, recuerda que falta poco para tu presentación.

—No te preocupes, pequeño Lehmann, te regresaré a tu abuelo a tiempo para su discurso, ¡no me lo perdería por nada del mundo! —respondió el amigo de su abuelo con una gran sonrisa.

Los hombres se alejaron del público lo suficiente hasta encontrarse con un tercero, cerca de un hangar que para el momento del evento estaba abandonado. Allí pudieron hablar sin temor a ser vistos o escuchados.

"Nunca me digas Adiós"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora