⚜️Esgrima

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"Es un amor que nunca se apaga, un amor que siempre te protegerá."

Matar a un ruiseñor,
Harper Lee

⚜️ESGRIMA⚜️

~Asunción de la virgen

John no tardó mucho en unirse al club de esgrima de los muchachos. En clase era bastante destacable y el maestro estaba contento de que se juntase con sus alumnos más mayores. El único que no estaba en el club era Martin, decía que se hizo daño en la rodilla y que no podía con tanto.

-Lleva cuidado- le dijo Pictet a Turrenttini que estaba batiéndose con De Végobre. Pictet estaba haciendo de árbitro, aunque de una manera algo pésima ese día en particular. -Vas a romper la hoja y esta la he traído desde el Lituania.

-Luego la arreglamos- dijo Turrenttini con una sonrisa invisible bajo la careta y un tiempo después terminó el asalto.

En cuanto a John, fue con Naville a practicar. A pesar de que no se hablaban mucho, escuchó que era de los mejores y quería conocer sus técnicas. Su rostro estaba inexpresivo mientras ambos se preparaban. -¿Un zurdo?- Preguntó Naville mirando al resto de los hombres y Prévost levantó los hombros. -¿A caso estamos coleccionado tiradores extraños?

-Si te refieres a mí, sí- aseguró Prévost. -Venga, menos quejarte y más trabajar- dijo el hombre que estaba ya esperando para arbitrar.

La suerte que tuvo John fue el primer minuto en el que sus rivales se desconcertaban al ver a un zurdo y en aquel caso, Naville no podía aprovechar su altura pues John era casi tan alto como él. Terminaron cuatro-cinco a favor de Naville y este le dió la mano sin mucha amabilidad. John ya se estaba acostumbrando a aquella actitud, simplemente el muchacho era difícil de entender: poético cuanto menos.

John se quedó embobado mirando la estancia mientras Pictet y Prévost se preparaban. Está vez era él quien iba a arbitrar. Se dió cuenta que el sol iba bajando y que seguramente acabarían en la noche. Todos querían practicar con todos aquella tarde.

De Végobre se acercó a John y se sentó a su lado para observar a los dos muchachos a pesar de que este se notaba particularmente cansado aquel día. John siguió mirando su entorno un rato más y se percató de como el suelo tenía una forma de reflejar peculiar para una sala de esgrima. -
En guardia- dijo John viendo a los hombres. -Listos, adelante.

En mitad del combate, Naville también se acercó y se sentó al lado de De Végobre. Estuvieron un poco más observando y no pasaron ni veinticinco segundos del reloj de John cuando Naville se levantó. -Louis, vayámos a tomar aire- dijo el más alto de la sala y en poco, empezaron a resonar los pasos de ambos hacia uno de los balcones de la sala.

John no entendía esa necesidad que tenía Naville de alejarse del resto. Sobretodo de él. Se sentía como una incomodidad y a veces fuera de lugar. Menos aún cuando De Végobre le hacía caso en varias ocasiones, aunque a veces le decía que no era adecuado. Eran mejores amigos por lo que intuyó John, no iba a entenderlos mejor que ellos mismos

-¿Donde han ido?- Preguntó Pictet sacándose la careta para poder ver mejor y cuando los vio, se despidió muy cortésmente y prometió regresar. -Sigan con otro duelo, ahora regreso- afirmó yéndose con los otros muchachos.

-Qué sorpresa- dijo Prévost con cierto sarcasmo mientras se quitaba la careta. -No hay quien los entienda- dejó su espada en un lado y fue a por agua. -Por eso estudian leyes, no se entienden ni ellos, vamos a entenderlos nosotros.

-Oye- dijo Turrenttini que aún se encontraba en la sala. -Yo también las estudio.

-Y así estás, amigo mío- afirmó tocando su hombro. -Bueno, ¿alguno le apetece?- volvió a tomar la espada y esperó a que alguno de los dos se ofreciera y finalmente John lo hizo. Recordó que aquel era el propósito por el que estaba allí y que seguramente el resto de cosas no eran tan importantes. Al fin y al cabo, nunca había tenido un grupo de amigos. «Es normal que algunos se lleven mejor entre ellos» pensó.

1754-1782Donde viven las historias. Descúbrelo ahora